“Aquel 19 de noviembre de 1933 las mujeres se acercaron a las urnas para ejercer un derecho del que habían carecido por años de discriminación y que perderían con el golpe de Estado del general Franco y durante toda su dictadura militar. La Constitución republicana supuso un cambio fundamental en la existencia de las mujeres que pasaron a convertirse en ciudadanas de pleno derecho, ocupando por primera vez cargos de responsabilidad política en esos años”.
La ARMH lamenta que ninguna institución del Estado no conmemoren esa fecha y rindan homenaje a los hombres y mujeres que hicieron posible la posibilidad que tuvo nuestra sociedad de hacer su transición a la democracia durante los años de la Segunda República. Muchos de los hombres y mujeres que hicieron posible esa oportunidad histórica tuvieron que huir del país, fueron encarcelados o asesinados y se encuentran todavía hoy en fosas comunes.
“Es tiempo además de que la sociedad española acabe con la patológica relación que mantiene con el pasado reciente, sin rememorar sus conquistas sociales ni sus avances políticos, algo que debilita nuestra cultura democrática y desmerece el esfuerzo de todos los hombres y mujeres que durante generaciones han luchado por la conquista de libertades universales y más justicia social”.
El 1 octubre de 1931, hace 89 años, las mujeres obtuvieron el derecho al voto en España por 161 votos frente a 131. Este logro fue posible gracias a la incansable lucha de la diputada Clara Campoamor, que lo defendió ferozmente frente a los demás miembros del congreso, entre ellos, Victoria Kent y Margarita Nelken.
«Señores diputados: lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent, comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer», empezó su discurso la diputada Campoamor el día que se debatió la aprobación del derecho a voto.
Campoamor era una de las tres únicas diputadas mujeres que había en ese momento en el congreso, y la única de ambas que decidió luchar por los derechos de todas. Las tres fueron elegidas por los votos de los hombres para formar parte del Congreso, participaban de las decisiones políticas tras haberse licenciado en derecho y haber sido propuestas como elegibles en las listas de sus partidos. Campoamor, tras proclamarse la Segunda República, fue elegida diputada por la circunscripción de la ciudad de Madrid en las elecciones de 1931, en un momento en que las mujeres podían ser elegidas, pero no ser electoras.
Discurso fuerte
«Un solo argumento: aunque no queráis y si por acaso admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de vuestro ser incapaz. Yo y todas las mujeres a quienes represento queremos votar con nuestra mitad masculina, porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos hijos de hombre y mujer y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser, argumento que han desarrollado los biólogos. Somos producto de dos seres; no hay incapacidad posible de vosotros a mí, ni de mí a vosotros», argumentó Campoamor en el Congreso tras un acalorado debate en el que tan solo treinta votos dieron el derecho de la plena capacidad a las mujeres.
De esta forma, la diputada del Partido Radical (autoproclamado «republicano, liberal, laico y democrático»), prosiguió apelando a la Revolución Francesa para justificar la fuerza de la mujer como motor de cambio político. «Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su camino».
«Negadlo si queréis; sois libres de ello, pero sólo en virtud de un derecho que habéis detentado, porque os disteis a vosotros mismos las leyes; pero no porque tengáis un derecho natural para poner al margen a la mujer«, concluyó la política provocanco una larga ovación por parte de sus colegas. Tras la votación, el sufragio femenino se convirtió en una realidad con tan solo 30 votos de ventaja, o lo que es lo mismo, con casi la mitad del Congreso en contra. Paradójicamente, Campoamor tuvo que enfrentarse a las otras dos diputadas mujeres, Victoria Kent y Margarita Nelken para conseguir la aprobación. Ambas coincidían en que las mujeres españolas estaban demasiado condicionadas por la iglesia como para ejercer plena e independientemente su derecho.