El catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Sevilla Javier Pérez Royo está confinado en su casa de Sevilla. Lleva el aislamiento de la mejor manera posible aunque echa de menos salir a andar. No obstante, a sus 76 años, afirma que continúa practicando alrededor de tres horas de deporte al día. Ahora, dentro de su casa. En estas circunstancias, como al resto de la ciudadanía, le sorprendió este domingo el comunicado de Casa Real en el que Felipe VI anunciaba que renunciaba a la herencia de su padre Juan Carlos I y que a partir de ahora dejará de percibir la asignación que tenía fijada en los presupuestos de la Casa Real.

El catedrático ya escribió en el año 2016 un artículo en CTXT que adelantaba los problemas a los que se enfrenta ahora la monarquía parlamentaria que nació en 1978 y que amplió en la obra Constitución: la reforma inevitable junto a Antón Losada.

«España necesita ajustar cuentas con su monarquía». Esta frase me la dijo usted no hace mucho tiempo. 

La monarquía ha sido y sigue siendo el principal problema de la historia constitucional de España. No hemos hecho un ajuste de cuentas con la monarquía como sí lo han hecho el resto de países constitucionales de nuestro entorno. En España la monarquía siempre ha sido previa e indisponible para el poder constituyente del pueblo español. No hemos podido decidir sobre ella. Venía dada de antes. Las únicas dos excepciones, como sabemos, han sido las dos repúblicas. Dos excepciones muy cortas y que provocaron las reacciones que provocaron.

«Lo he dicho muchas veces: la monarquía es un problema. Y es un problema que, además, va a mayores»

 

Los últimos hechos parece que ratifican su apreciación, que necesitamos un ajuste de cuentas.

Llevo avisando de esto desde hace tiempo. Ya ni me acuerdo desde cuándo. Lo he dicho muchas veces: la monarquía es un problema. Y es un problema que, además, va a mayores.

¿Y qué hacemos ahora?

Pues es un problema que necesita de una comisión de investigación en el Congreso. Me parece evidente. No se trata de un problema judicial. Es un problema político. Y lo que se necesita es una verdad política. Que la sociedad, a través de sus órganos representativos legitimados democráticamente, establezca qué ha hecho Juan Carlos I.

Después, ya podemos entrar en responsabilidades penales o no. Ahí no entro. Para mí lo importante es el Parlamento, que representa a toda la ciudadanía. Hay que hacer una comisión de investigación de verdad, donde se coja toda la documentación que haya y se haga una investigación de principio a fin.

Más allá de que los los políticos tengan que actuar, ¿no es importante que también sea una cuestión de justicia?

Por supuesto. Pero eso es otra cuestión. La Justicia tiene que actuar. Pero el ajuste de cuentas que tenemos que hacer con la monarquía es político. Los ciudadanos deben poder debatir y reflexionar con datos a través de una comisión parlamentaria. Que la sociedad española se pueda preguntar y reflexionar sobre cuestiones como que qué ha supuesto la monarquía por nosotros; qué nos ha aportado; y cómo nos ha condicionado en aspectos como el discurso del rey del 3 de octubre. Esta monarquía sigue condicionando a la democracia.

¿Puede la Justicia actuar contra Juan Carlos I?

Imagino que sí, que ahora mismo se podría plantear su investigación. Hasta ahora se ha dicho que Juan Carlos I estaba cubierto por la inviolabilidad porque eran actos que había hecho mientras era monarca. También hay que tener en cuenta que en este caso ya no solo hay actores españoles. Fuera de España esa inviolabilidad no cubre al rey.

Y con la figura de la inviolabilidad, para que esto que ha sucedido no vuelva a suceder, ¿se puede acabar?

La inviolabilidad del monarca está desde el principio en las democracias parlamentarias y está íntimamente ligado a la cuestión del referendo. Los actos de un monarca están refrendados por los ministros. ¿Por qué? Porque, teóricamente, un rey no puede hacer nada. Lo que hace un rey como jefe del Estado está siempre refrendado. Por tanto, actos materialmente del gobierno que formalmente los realiza un rey. En las monarquías parlamentarias el monarca no hace más que lo que le dicta el gobierno. Los actos del rey en cuanto a jefes de Estado son actos limpios. Ahí no hay problema. El problema surge cuando Juan Carlos ha hecho por su cuenta cosas que no tienen nada que ver con la jefatura del Estado.

¿Y cómo solucionamos este tipo de situaciones?

Teóricamente no hay posibilidad. Lo único que se me ocurre es una investigación parlamentaria que se puede llevar a la monarquía por delante. Para mí, como ya he dicho, el problema fundamental es político y no judicial. A mí me daría igual un juicio al rey. Eso tiene mucho morbo y tal, pero debería darnos igual. Creo que lo que nos tiene que preocupar es qué papel ha jugado esta monarquía en nuestra democracia, qué clase de monarca queremos o si queremos vivir en una república en lugar de en una monarquía. Ese es el problema fundamental.

«Tiene que quedar claro que la soberanía nacional reside en el Parlamento español y que el jefe del estado no es nada»

El objetivo es que tiene que quedar claro que la soberanía nacional reside en el Parlamento español y que el jefe del estado no es nada. Es un órgano. No un poder y, por tanto, no puede tener ningún protagonismo en el sistema político.

¿Cómo interpreta el comunicado que lanzó Casa Real el domingo?

Pues como una especie de cortafuegos. Se han dado cuenta de que toda la información iba a salir o ya estaba saliendo. No había quién lo parara y las peticiones para investigarle en el Congreso iban a seguir creciendo. Y el Rey viene a reconocer que su padre es un presunto corrupto, que no tiene el comportamiento honorable que se le presupone, pero que él si será honesto.

El comunicado habla directamente de «posibles activos, inversiones o estructuras financieras» que pudieran estar «fuera de la legalidad» o fuera «de los criterios de rectitud» de la propia Corona.

El comunicado, prácticamente, certifica que mucho de lo que se está publicando es cierto. Y, además, lo ratifica el hecho de echarlo y no darle un duro. Pero también hay que recordar que a un testamento no se puede renunciar hasta que la persona ha muerto. Juan Carlos tendrá que hacer testamento y en el momento de su muerte Felipe VI tendrá que renunciar. El Rey lo que está haciendo ahora es anunciar que renunciará. Pero no puede hacerlo hasta que no se produzca la muerte del testador.

También llama la atención que el comunicado  dice que conocen esta información desde hace un año.

Sí y ahora pone el grito en el cielo con los negocios de su padre, pero ¿es que él no sabía qué hacía su padre antes? Y hay más cosas que tiene que saber y no solo desde esa fecha. Felipe VI ha sacado este comunicado cuando no ha tenido más remedio y como forma de evitar, sea como sea, la caída de la monarquía.

Aquí habría que saber muchas más cosas que no sabemos. Qué es lo que ha ido pasando día a día y también las negociaciones que ha habido entre padre e hijo para ver cómo tratan este asunto. Yo creo que todo esto es un indicador de que durante mucho tiempo la monarquía penó que iba a su aire, que no tenía que rendir cuentas ante nadie. Pero, de pronto, se ha visto ‘pillada’ y ahora quiere dar un imagen de que son el colmo de la rectitud.

¿Qué futuro ve?

Si se coge la historia de España y se estudia… Es muy difícil que la monarquía sobreviva. También se puede llegar a la conclusión de que hay que plantear un referéndum. Estamos en una situación muy delicada y especial. Hay que plantear a los españoles si quieren vivir en una república o una monarquía.

¿Y cómo lo hacemos con la Constitución?

La Constitución no lo permite. Solo permite un referéndum consultivo y no está del todo claro. Es difícil encajar un referéndum de este tipo en nuestra Constitución. Y eso es un problema grande. La monarquía ha sido el problema por el cual no hemos enfrentado el debate de una posible reforma constitucional.

«Hay que plantear a los españoles si quieren vivir en una república o una monarquía»

La Constitución del 78 está pensada para mantener la monarquía. El artículo 168 es una suerte de cláusula de intangibilidad para proteger la monarquía. Parece que evitan que se pueda reformar la Constitución para también excluir la posibilidad de dejar fuera a la monarquía en esa futura reforma. Ese es el problema de fondo que hay. La monarquía restaurada no soporta el proceso de reforma constitucional. En el momento en el que se plantee la reforma de la Constitución surge una pregunta: ¿qué hacemos con la monarquía? Estamos en una situación de parálisis.

¿Qué propone usted?

No lo sé. Es muy difícil. La monarquía puede ser el fusible que a lo mejor tiene que saltar para que se pueda articular un sistema político en España que pueda funcionar. Estamos en un momento en el que la situación se puede convertir pronto en inmanejable.

Lo mismo hay que hacer saltar este fusible y comenzar un proceso constituyente. Hacer unas elecciones constituyentes y hacer una nueva Constitución. ¿Por qué? Porque la monarquía impide que la propia Constitución se reforme.

A mis alumnos siempre les decía que la Constitución es una vasija que está cuarteada, que tiene rajas profundas, pero que tiene una tapa muy fuerte que hace que la vasija cuarteada se mantenga en pie. Si quitas la tapa, la vasija se rompe inmediatamente. La monarquía es la tapa del régimen del 78. Hace que el sistema político se mantenga sin que estalle, sin que salte por los aires. Pero, al mismo, tiempo le impide evolucionar. Porque reformar la Constitución también implica hablar sobre la monarquía y el cuarteamiento cada está dañando más la estructura de la vasija.

Es duro lo que plantea. Dices que la monarquía es un problema, pero también dice que con la Constitución no podemos resolverlo.

En la primera restauración borbónica este círculo ya se dio. Hay un artículo de Mariano García Canales que explica los intentos de reforma de la Constitución de 1876, tras la restauración monárquica. Es muy interesante. En España se discute mucho sobre la reforma de la Constitución de 1876, pero no se formaliza ninguna reforma. ¿Hasta cuándo? Hasta que llega 1931 y España se acuesta monárquica y se levanta republicana.

En este segunda restauración borbónica está pasando algo parecido. Las constituciones que no se reforman acaban saltando por los aires y aquí estamos ya jugando con fuego. La abdicación de Juan Carlos I fue el primer fusible. Ahora este es un segundo fusible.

Este nuevo escenario también afecta a nuestra visión del pasado reciente y de la Transición.

Absolutamente. El monarca es el que nombra a Arias Navarro y después a Suárez. La Transición española fue una restauración monárquica que, después, giró a una democracia para garantizar la supervivencia de la propia restauración monárquica. Y por eso se hizo como se hizo. Con la Ley para la reforma política que sale de unas cortes franquistas, con una composición del Congreso que se hizo haciendo una desviación calculada del principio de igualdad, con un Senado que es una monstruosidad, con un sistema electoral que se aprueba por decreto ley y que sigue rigiendo nuestras elecciones…

«Lo mismo hay que hacer saltar este fusible y comenzar un proceso constituyente»

Los elementos esenciales de nuestra fórmula política se definieron preconstitucionalmente. Es decir, las Cortes constituyentes no definieron el sistema político español. Se diseñó antes en la Ley para la reforma política y lo que hicieron las Cortes Constituyentes fue asumir como propio el diseño.

Lo del sistema político español es terrible. Es la propia monarquía la que encorseta la Constitución y no deja que se reforme o regenere. La Transición fue una restauración monárquica que tomó el camino de transición a la democracia. Estuvo siempre condicionada a que la monarquía no fuera cuestionada en ningún momento. La monarquía es un lastre que está ahí y que, además, es un tapón que impide la evolución del sistema.

El periodista José Antonio Zarzalejos ha escrito, incluso, sobre el ‘autoexilio’ de Juan Carlos.

Sí. Yo creo que el Juan Carlos I morirá fuera de España. También lo hicieron su padre, su abuelo y su bisabuela. El único rey Borbón que ha muerto aquí de los últimos fue Alfonso XII y murió tísico. Todos los demás reyes han tenido que irse. Creo que Juan Carlos I acabará yéndose a vivir a Ginebra o algún sitio así.

Fuente: PÚBLICO