HOY HACE 77 AÑOS ENTRABAN A LIBERAR PARÍS LOS REPUBLICANOS ESPAÑOLES EN LA NOVENA COMPAÑÍA DE LA DIVISIÓN LECLERC, LA NUEVE

 

Hoy hace 77 años, entraban en París las primeras fuerzas aliadas, eran republicanos españoles que venían luchando contra el fascismo desde 1936 en España, fueron los primeros en liberar París de las garras del nazismo con los vehículos semioruga llamados Teruel, Madrid, Santander, Brunete.. Honor y Gloria para la novena compañía de la división Leclerc «La Nueve», la «compañía de los españoles»

 

FRAY SALVADOR DE HÍJAR, EL FRAILE ROJO

A través de la entrevista al novelista y periodista Fernando Olmeda, realizada con motivo de la publicación de su libro-crónica Mexique. La última crónica de Sofía Blasco, en el que relata las vicisitudes del viaje por mar hacia Méjico de los exiliados españoles a partir de julio de 1939, pude conocer que entre ellos aparecía el nombre de Manuel Cardona Iñigo, fray Salvador de Híjar. Como historiador y además de Híjar, me sentí empujado a investigar.

El buque Mexique

Me llamó la atención que habiendo estudiado este periodo de la II República y la guerra civil en Híjar, ninguno de mis conciudadanos me lo habían mencionado. Tengo la impresión que por su trayectoria biográfica hubo un pacto tácito de no hablar de él. Para investigar recurrí a fuentes hemerográficas y archivos. De España: el Archivo Histórico Nacional, Hemeroteca Nacional, Archivo Cardenal Gomá, Ministerio de Asuntos Exteriores; y de Méjico, el Archivo Nacional y Hemeroteca Nacional. Voy a tratar los acontecimientos más destacados de este hijarano, que son impactantes.

Perteneció a la orden de los capuchinos, y en el inicio de la guerra civil estaba en su convento situado en el barrio de Venecia, en la ciudad de Zaragoza. Tenía entonces 28 años. El triunfo del golpe militar, propició que desde el principio las patrullas de falangistas y de requetés dominaran las calles zaragozanas con asesinatos y ajustes de cuentas. Todo ello le impactó fuertemente. Ya era conocido en Zaragoza por sus sermones en la catedral de La Seo, y allí mismo hizo una misa, criticando duramente a los que llevaban a cabo estas matanzas. Al llegar al convento fue reprendido por su superior el padre Ruperto de Arizaleta. Según sus propias palabras: Se discutió con violencia en nuestro comedor lo que había pasado. Nueve de nuestros religiosos eran navarros y eran fervientes partidarios del Requeté. Protesté con demasiada vehemencia de aquellos asesinatos y el superior me miró con una frialdad de hielo diciendo: No faltaría más que entre los frailes de esta casa hubiera uno partidario de los rojos”.

El 30 de julio de 1936, se marchaba a Pamplona donde también quedó traumatizado por las ejecuciones: “Cierta mañana volví horrorizado al convento de Pamplona. Había contemplado dos montones de cadáveres de más de sesenta, muchos estaban completamente mutilados. Volví a protestar ante mi superior de allí. Acabaron enviándome a Tudela. Era inútil, en nuestra orden no se discuten los mandatos superiores”.

Desde el 17 de agosto de 1936 hasta el 29 de junio de 1937 estuvo en Tudela haciendo vida contemplativa y rezando casi las 24 horas del día. Por medio de terceras personas, escuchó que “Franco y los militares sublevados estaban dando un escarmiento al clero vasco por su apoyo a los nacionalistas”. Su situación allí empezaba a ser angustiosa hasta que tomó la decisión de marcharse al frente voluntario como capellán castrense. “Me parece muy acertada la idea. Así verá usted la guerra y la pureza de los ideales del Generalísimo”, le dijo su superior en el convento. El 30 de junio de 1937 ya estaba en Escalada, un pequeño pueblo burgalés situado en la carretera de Burgos a Santander donde estaba el centro de operaciones del General Sagardia. Fue nombrado capellán del sexto batallón de la Falange.

A través del Archivo del Cardenal Gomá sabemos que a mitad de septiembre de 1937 consiguió abandonar la zona norte de España y desplazarse (no sabemos muy bien cómo) hasta Algeciras consiguiendo pasar a Gibraltar a través de La Línea. Había pedido a la Oficina de Información del Cuartel General de Franco un documento para salir de España que nunca le fue entregado. En cualquier caso, el 27 de septiembre de 1937 se encontraba en Gibraltar, alojado en Workers Union. Por mar y a bordo de un barco con bandera inglesa, consiguió llegar a Valencia en octubre de 1937, donde fue recibido por representantes del gobierno y con fotógrafos. Era extraordinariamente llamativo que un fraile se pasará al lado del gobierno de la República. Hasta el final de la Guerra Civil Española se convirtió en un personaje de lo más notorio dentro del bando republicano. Sus conferencias en las que entremezclaba la religión, el comunismo y el republicanismo llenaban los cines y los ateneos. El periódico La Vanguardia, decían de él que “era la luminosa floración del espíritu de tolerancia religiosa y de libertad de conciencia de este sublime pueblo español”.

La Vanguardia de 21 de junio de 1938 describe así la conferencia que impartió en el Ateneo Profesional de Periodistas de Barcelona:

“El padre capuchino Salvador de Híjar (cuyo verdadero nombre es Iñigo Cardona), nos habla de la descomposición de la retaguardia facciosa, organizada por el Ateneo Profesional de Periodistas, le correspondió anteayer ocupar la tribuna del Ateneo Barcelonés, al sacerdote capuchino Salvador de Hijar, quien disertó sobre el tema » La descomposición de la retaguardia facciosa”. La personalidad del conferenciante y el vivo interés del tema hicieron que la amplia sala se llenase completamente. El público había comprendido la importancia que para conocimiento exacto de los hechos que ocurren en la otra zona, tenía la exposición e interpretación de los mismos por un católico de ortodoxia indiscutible.

Y la disertación respondió plenamente a la curiosidad que su anuncio
despertara. El padre Salvador, de Hijar aportó amplio acopio de datos fidedignos que proporcionaron a sus oyentes una visión tan triste como precisa de la tiranía y del desbarajuste que reinan en la España sometida a la dominación extranjera. Y de la veracidad del informe respondía, con su honor, un fraile español que se ha mantenido fiel a la doctrina de Cristo y que no ha querido renegar de su condición de español. Precisamente, el padre Híjar comenzó por declarar que en la zona rebelde la religión y la Patria han sido igualmente traicionadas. Y empieza la aportación de datos, algunos de ellos obtenidos en Tudela por el orador de un hijo del ayudante del ex general Franco, Díaz Várela. En Tudela ante estos informes y el espectáculo lamentable que ve a todas horas, el padre Híjar siente desfallecer su ánimo, y hace propósito de alejarse en cuanto le sea posible de un ambiente ponzoñoso, en el que los conceptos de religión y Patria servían de bandería a los más bajos apetitos. Este proyecto consiguió al fin realizarlo, pero no sin vencer muchas dificultades, que el orador nos cuenta con voz emocionada.
En la zona rebelde, nos dice el conferenciante, existe una enorme descomposición. No hay unidad, ni puede haberla. Ya desde un principio se vio que no sabían adónde iban. Mientras en Zaragoza, Cabanellas se alzaba al grito de «¡Viva la República!», la oficialidad de Navarra
levantaba la bandera rojigualda y en Valladolid se sublevaban en nombre de «Falange». Las luchas empezaron en seguida. Requetés, monárquicos y falangistas andaban a la greña, mientras se establecía una viva rivalidad entre Franco, Mola y Queipo de Llano.
Estas discrepancias se han mostrado en todo, hasta en la música. Unos eran partidarios de la «Marcha de los voluntarios», otros preferían la «Marcha Real» y otros, en fin, se inclinaban por el himno de «Falange». Y hubo que conceder oficialidad a los tres himnos. A continuación, explica numerosos hechos que demuestran el poco caso que se hace allí de las órdenes del «generalísimo», quien nadie ignora es juguete de alemanes e italianos, verdaderos dueños de la situación, gracias a los traidores que les abrieron las puertas de España. El orador nos dice de la dolorosa impresión que le produjo ver ondear en tierras españolas, como altivo emblema de victoria, la bandera de Italia. Añade que al desprestigio de Franco contribuyó en gran manera el rumor popular que le atribuía una siniestra intervención en la muerte trágica de Mola, un rival que le hacía demasiada sombra. La desavenencia entre los rebeldes es absoluta. Y no es posible lleguen nunca a un acuerdo. Son muchas las cosas que les separan. En primer lugar, la diferencia de grado en la manera cómo se sienten heridos en su dignidad por la intolerable y humillante dominación extranjera, dominación que se traducen en continuas vejaciones. Un día los españoles del otro lado que no renegaron de su españolidad y que no se resignan a caer en oprobiosa esclavitud se alzarán contra los invasores y unirán su esfuerzo al nuestro, pues ahora comprenden que servir a la República es servir a España y luchar por la República que es luchar por la independencia nacional.

Una gran ovación cerró el brillante discurso del padre Híjar”.

Apoyó como sacerdote la creación del Comisariado de Cultos para restablecer el culto católico en la zona republicana, en la línea defendida por el ministro sin cartera del vasco Manuel de Irujo. Como señala la tesis doctoral La Iglesia en el Madrid en guerra. Información y propaganda (1936-1939) de Antonio Vaquerizo Mariscal: “El gobierno de Juan Negrín iba dando pasos en pos de normalizar la cuestión religiosa y a eso ayudaba manifestaciones como las del Padre Salvador Hijar, a favor de la causa republicana.

“EL PADRE CAPUCHINO HIJAR DICE QUE LA REPÚBLICA NO PERSIGUE A LA RELIGIÓN” “Como quieren hacer creer al mundo los malos españoles” “Salvador Hijar ha dado una conferencia, disertando sobre el tema…

La República no persigue a la religión como esos malos españoles quieren hacer creer al mundo en sus propagandas. La República, interpretando fielmente los sentimientos del pueblo, quiere libertarnos, pero respetando las creencias de cada cual”.

Noticia aparecida en El Heraldo de Madrid de 31 de octubre de 1938.

Merece la pena rescatar un fragmento de otro artículo suyo publicado en la prensa madrileña en invierno de 1938 bajo el título de “Franco no, Cristo sí.” “La santidad de las costumbres no se logra con la violencia de las armas, sino por el retorno de los corazones al evangelio. Lo ignoraban aquellos hombres que alzaron bandera de guerra al grito de ¡Por Dios y por la Patria! Supongo que la Patria no quería la sangre de sus hijos para disfrutar de paz. Porque la Iglesia, cuando sale de su atmósfera, que es lo espiritual, y se sumerge en los asuntos terrenos, atenta contra su vida”

Abandonó España cruzando la frontera por Cataluña rumbo a Francia en enero de 1939. Aquí estuvo recluido en un campo de concentración hasta que consiguió un barco para marcharse a México. El 27 de julio de 1939, llegaba el puerto de Veracruz como exiliado español.

En su nuevo pasaporte, su profesión ya no era sacerdote, sino escritor. No he podido averiguar cuál fue su biografía posterior en Méjico. Trataremos de averiguarlo. Si alguien ha tenido la paciencia de llegar hasta aquí y conoce algún dato sobre este personaje, que como hemos visto es peculiar y nada común, se lo agradeceré profundamente.

Fuente: Cándido Marquesán Millán – Nueva Tribuna 

Enlace sugerido: Sofía Blasco, voz del exilio español en el ‘Mexique’

ENTREGA DE PREMIOS PRIMER CERTAMEN MIGUEL HERNÁNDEZ

GÉNERO: POEMAS

1º PREMIO: CATORCE

AUTOR: JORGE DÍAZ LEZA

Llegaste un día, llegaste.
Lancé mi miedo sombrío
a la hoguera de tus rizos
y se volvió ceniza
inconsistente
que el viento barrió
y dispersó
a nuestros pies.
Porque te abracé.
Porque fue como si en tu cuerpo
también la abrazara a ella,
como si en tus ojos viera
su ilusión sin límites
y aquella vieja sonrisa
de resplandeciente esperanza.
Como si de un abismo
de fosas y cadáveres
su cuerpo emergiera en tu cuerpo
penetrando por tus plantas,
adueñándose de ti,
reviviendo de nuevo
bajo tu carne joven
que cerraba las heridas
de su pecho fusilado.
Y eras tú
y era ella.
Y juntas la perfección
que se completaba:
como cuando el sol
y los campos floridos,
llenan la tierra de cielos estrellados.
Y te besé.
Y tus labios de pronto
me contagiaron de ella.
Y volvía a creer
y a gritar mi rebeldía
de nuevo,
sin temor.
Y volamos de la mano por las calles

2º PREMIO: RETRATO DE GERNIKA

AUTORA: DEBORA PO RODRÍGUEZ

Sobrevuelan los pájaros de acero
sobre los rojos corderos.
La plaza con las entrañas abiertas
es devorada viva
por los gusanos de la muerte y la metralla.
Y en medio de un jardín de venas rotas
y cenizas congeladas
germina una flor con el puño en alto
junto a un árbol de huesos
y miembros amputados.
El tiempo vomito lentamente
sus entrañas.
Y la ciudad se arrancó los ojos
para no ver nada.
Los pájaros con plumas de acero
graznaban dando vueltas
con plomo entre sus picos.
Y sus gritos resonaban
como martillazos de plomo
entre las estrechas avenidas
donde los niños sin rostro corrían
con las manos manchadas de pólvora
buscando a sus madres
sepultadas bajo escombros de huesos
y pieles calcinadas. .
La sangre chorreaba como agua
por ojos rotos de las fachadas.
Dibujando cicatrices eternas
en medio de plaza.
La sangre, era semilla liquida
atravesando como una caliente cuchilla
los corazones que latían
bajo los adoquines.
Y también los pulmones que vomitaban
restos de pólvora
y bocanadas de tierra.
La sangre era un sollozo gris
congelado en un paisaje
en donde los pájaros de acero negro
picoteaban las vísceras aún calientes
del pueblo.
Gernika solloza
su primavera del 37
con las venas abiertas.

ACCESIT
REPÚBLICA
CARLOS CUADRADO GÓMEZ

Descubrir que somos
poetas de la luz
o de la sombra, donde duermen
los fuegos de la noche
y la talla del pétreo desprecio,
sobre el pedestal insomne
del dolor,
nos revela la imagen
de la desesperanza de los huesos
y de la tierra de almendras conmovidas.

Yo quiero flores rojas,
no sangre derramada.

De la paz de los ciegos
del bien, vamos a las nubes
de la blanca aurora emancipada
de soles descarados y negras
veladuras de lágrimas convexas.

La balanza de la voz que sube
de la entraña de las vides,
encarnadas y brillantes, no tiembla
ni estremece su fiel de verdad,
de trigo renovado, de avena
sin espinas.

Yo quiero flores amarillas,
no el oro macilento de una espada.

Y del mármol y el granito de azules alamedas
regresarás con pasos asombrados,
en días de claveles y blancas
amapolas, en vuelos sostenidos
sobre velos de niebla transparente,
para ser entera en tu fractura
y no reptar más sobre el tiempo infinito
de los rotos cristales de la furia.

Yo quiero flores violáceas que revienten,
no la triste malva de la muerte.

GÉNERO: RELATOS

PRIMER PREMIO: VOLVERÁN

AUTOR: GABRIELA CLADERA JAIME

Estaba el maestro ordenando sus  papeles, dispuesto a marcharse, cuando la vio.

Toda de negro.

Apretado el cabello a las sienes, resuelto en el rodete.

Apretados los labios.

Apretada toda ella bajo el dintel de la puerta, una figura oscura y penosa que contrastaba con el luminoso día de verano.

— Mujer, ¿qué hace allí? Pase, Carmen, pase.

— Maestro…

Y sin terminar la frase, sacó de un bolsillo de la falda un sobre.

Al maestro primero se le iluminaron los ojos. «Por fin llegó carta» pensó.

«Ha vuelto a escribir el hijo».

La última carta había sido de febrero.

La última carta era de Teruel.[i]

Sí que la recordaba: De cada línea se escapaba la convicción de la victoria. 

De eso habían pasado ya varios largos meses.

Teruel había caído.

Y ahora la República se jugaba la última baza en el Ebro.[ii]

El maestro tomó la carta, pensando en aquel niño que derramaba los tinteros y sonreía con picardía.

— Carmen, esta carta ya se la he leído…

— Léala maestro, por favor…

Conmovido por el dolor de la mujer, comenzó a leer…

— Mi querida madre…

El hijo apenas mencionaba los pesares de la guerra; preguntaba por los hermanos, por la paga que había enviado, por los amigos del pueblo…

Cuando llegó al párrafo en donde se despedía, descubrió que las lágrimas habían desfigurado las palabras. Apenas podía reconocer alguna letra en ese mar confuso de tinta descolorida

— No se puede leer … -dijo en voz baja…

— ¡Maestro, yo sé lo que ahí dice!

Y comenzó, de memoria, a recitar las últimas líneas:

«Querida madre, pronto estaré a su lado.

En un mundo mejor Madre, porque habremos derrotado a las fieras fascistas que nos quieren ver doblegados.

Sepa Madre que yo estoy aquí por Usted, por mis hermanos, por los hijos que algún día tendré.

Sepa que yo volveré Madre, porque nunca me he ido de su lado.»

El maestro, conteniendo la emoción, devolvió la carta, que cada semana volvería a  llegar  a sus manos.

Cada vez más ajada, cada vez más desdibujada por el dolor materno.

Así la escena se repitió los meses que siguieron.

A fines de diciembre  el maestro supo que debía marchar. Tenía que irse antes de que «ellos» tomarán el pueblo.

Ese día, de camino a la estación, salió la madre a su encuentro.

Lo abrazó.

—Usted, maestro volverá. Volverá con mi Pepe, con el hijo del herrero, con los obreros de la textil.

Volveréis todos, maestro.

El 20 de noviembre de 1975 [iii] la TV anunciaba la muerte del dictador.

En una residencia, una anciana, agitando un sobre amarillento, comenzó a reír y, llena de un alborozo que nunca había sentido en su vida, gritaba-

— ¡Ahora, ahora volverán!

Habían de pasar aún muchos años después de muerta la anciana para que  desde las fosas volvieran los nombres de aquellos que los vencedores habían condenado al olvido.

[i] Capital recuperada y perdida por el Ejército Popular de la República (enero/febrero del 38).

[ii] Batalla decisiva de la Guerra de España.

[iii] Fecha de la muerte de Franco

SEGUNDO PREMIO: SOLO UN PEDAZO DE PLOMO

AUTOR: GUILLERMO MARTÍNEZ SCHREM

Se llevó la mano a la pantorrilla porque notaba un escozor que fue convirtiéndose en algo molesto, aunque sin llegar a niveles de dolor, algo que ya había sufrido en otras ocasiones. Se rascó la pierna y a medida que la iba arañando, le venían a la cabeza algunos hechos, ocurridos hacía tanto tiempo, que ya creía olvidados. De hecho el escozor de la pierna tenía que ver con esos recuerdos. Ese pedazo de metralla que llevaba incrustado, formando parte de la pierna, tenía la culpa de los recuerdos. ¿Cuántos quedaban vivos de aquella contienda? No lo sabía y tampoco quería indagar. De tarde en tarde hablaban de tal y de cual personaje. De que había muerto otro sobreviviente, este con cien años a cuestas y el de más allá rondándolos. Él solo tenía noventa; la guerra le había pillado joven, muy joven.

Ahora la gente enarbolaba banderas tricolores por la calle y llevaba pequeñas insignias metálicas en la solapa. Algunos llevaban gorras con la bandera estampada. Él lo agradecía, sí, era grato ver como el personal se movía reivindicando otro modo de gobierno, esperando que aquello significara otro tipo de vida. Un deseo latente que llegaba desde hacía tiempo, mucho tiempo.

Cogió la tumbona de plástico y la arrastró hasta la terraza, ya no tenía la fuerza de antes y, además, comenzaba a dolerle el pedazo de plomo que descansaba en su pantorrilla. ¿Qué te pasa hoy? Le preguntó. Tantos años conmigo y en silencio y hoy te da por estar revuelto y hacerte el interesante. Y se dejó caer sobre el asiento y se sintió derrotado y se notó viejo y su mirada se perdió en el cielo. Pensó en Aurora, su mujer, fallecida hacía tres años y, en esos momentos, frente al crepúsculo que comenzaba a inundar la cúpula celeste, pensó en una nueva aurora que él ya no iba a poder ver. Se palpó la pierna y se encontró con la mano manchada de sangre. Aquella herida jamás se había cerrado, pero él comenzó a sentirse más vivo a cada momento y el cielo comenzó a volverse rojizo, en unas zonas de un rojo más intenso que en otras y una franja amarillenta comenzó a jugar con esos colores, formando una composición que le era familiar. Sonrió y se dejó envolver por aquel manto tricolor. Cerró los ojos. Cada minuto que pasaba lo hacía sentir más vivo. Apretó el puño y todo fue lejanía, todo fue lejanía, lejanía.

ACCESIT: LA ESPERA

AUTOR: ANTONIO PÁRRAGA GONZÁLEZ

Moveros es conocido por su alfarería, por la romería de la Luz compartida con el vecino pueblo portugués de Constantim y por su pasado como vía de entrada del contrabando durante los años duros de la Posguerra. Su plaza es en realidad un cruce de caminos en forma de i griega. Si se viene de la nacional 122, la que va de Zamora a Alcañices, se deja a mano derecha el Bar 2000, el pequeño pero bien surtido supermercado de José Luís y Mari, y las tiendas de alfarería de Mari Carmen y Paco, hijos de Carmen Prieto Pino, la cacharrera superviviente de las diez censadas en mil novecientos setenta y tres. A mano izquierda, se acurrucan un puñado de casas medio abandonadas, dispuestas en fila india, y orilladas de peñas de granito, a las que se adhieren como pieles domésticas. Ya en la plaza, nos topamos de frente con la zapatería de Pedro, que hace de linde entre la carretera que conduce a la cresta de la raya con Portugal, después de salvar el lecho de un barranco a través un diminuto puente de piedra y la que nos lleva a Brandilanes. Por este lado está la iglesia dedicada a Santa Colomba, arrinconada por unas casas y rodeada por la calle Real, la de más recovecos del pueblo, junto con la calle Vegas.

Como una semana o dos antes del domingo de la Luz, el siguiente más cercano al día de san Marcos, el veinticinco de abril, los vecinos se encontraron con una insólita escena. En el lado de naciente de la plaza se había apostado una mujer frente a un gran lienzo, sostenido por dos caballetes de imponentes dimensiones. Algunos pensaron si se trataba de la pantalla de un cine, aunque les pareció pequeña; otros que si la trasera de un guiñol, como los que antaño ofrecían diversión a rapaces y rapazas a la salida de misa, porque lo parecía; los menos pensaron en un puesto al que todavía le faltaba la exposición del género, más que nada porque no se adivinaban ni cajas, ni estantes donde depositarlo. Pero cual fue la sorpresa, cuando la mujer, que llevaba parte del rostro tapado por una muselina blanca, que le caía de su bien poblada mollera, abrió un baúl de madera, extrayendo de su interior una paleta impoluta, un taburete elevable, unos pinceles y unos tubos de pintura al óleo. Ya tenía en sus manos un par de carboncillos a los que dejaba rodar, impregnando ambas palmas de una tonalidad grisácea en consonancia con el predominante color granítico de las casas.

Y, sin mediar palabra, comenzó a trazar líneas rectas y curvas en el lienzo. Como por arte de magia, asemejando una de las escenas urbanas de Canogar, fueron saliendo de la nada unas formas apenas reconocibles, volúmenes grisáceos, fantasmas envolventes. Dos trazos en diagonal, desde ambas mitades del rectángulo, confluyeron en la vertical y entonces y solo entonces, los más arriesgados se atrevieron a aventurar posibilidades. Mariano, el de Engracia, el que había vuelto de la capital después de darle las autoridades laborales la incapacidad total a causa de una columna vertebral mal engarzada, fue el primero en animarse a formular una escena creíble. Es un “crucificado”, dijo, exactamente con esas palabras, no un crucifijo, o un Cristo en la cruz, o un Descendimiento. Enunció “crucificado” como el que está acostumbrado a tratar con ese tipo iconográfico de manera habitual. La mujer, de ojos llamativos, por lo bien perfilados que los tenía, seguía a lo suyo, haciendo caso omiso de los comentarios, porque una vez que Mariano abrió la veda, fueron otros los que intervinieron. Lucas, el hijo del viejo maestro de Ceadea y ahora jubilado de la Benemérita soltó un “¿y dónde está la cruz?” con una nitidez diáfana. Mientras, en la parte de abajo, la pintora fue sacando de la chistera del pensamiento unos rostros ovalados en diferentes posiciones. Unos se miraban, otros se giraban hacia arriba, hacia el lugar donde confluían las diagonales, los más miraban de frente a los vecinos, que se admiraban de la destreza y el arte de la mujer, cuya barbilla suave y redondeada, dejaba al descubierto un cuello níveo cuando se alzaba, al echar el cuerpo hacia atrás para contemplar la obra, antes de reanudar la tarea.

Al no obtener respuesta Lucas insistió, “no está la cruz, porque no es un crucificado, es el cuadro de una boda y en la parte de arriba están los novios”. A lo que respondió Mariano un tanto indignado, “¿Novios? ¿En la parte de arriba? Muy estrecho me parece. Ahí solo cabe una cabeza”. Damiana, una mujeruca menuda, de caminar bamboleante por la dolor que sufría en la rótula deshecha de su pierna izquierda, les corrigió con un consejo de paciencia: “Por qué no esperáis a que la muchacha termine”. Y es que la mujer, era poco más que una rapaza. El pelo que dejaba entrever la muselina era cobrizo y le caía por la espalda en cascada. Algunos rizos le conformaban por delante un rostro decidido y hermoso, como de virgen de Murillo. Tras marcar perfiles y completar expresiones, se subió al taburete para emborronar la parte superior del lienzo. Como por ensalmo aparecieron nubes algodonosas y azules intensos, y el perfil de una montaña entre la bruma, y un enebral y un riachuelo con melugino fresco y florecillas blancas naciendo de su lecho; y, en el medio, el rostro medio en relieve de una mujer de mirada cristalina y labios apretados.

“¿Lo ves como no era una boda?, cizañó Mariano. “Pues una cruz tampoco”, respondió Lucas, con el ceño fruncido, como el vestido que poco a poco fue cubriendo el cuerpo de la mujer del cuadro. “Es una virgen”, musitó tímida Martina, la chica de los Sastres, la que había estudiado para maestra y se quedó en el pueblo para atender a sus padres, dejando que su vocación durmiera el sueño de los justos. “Es una virgen con su manto protector”, añadió. “La virgen de los navegantes”, soltó Esteban que había hecho la mili en marina, en el crucero España allá por el cuarenta y nueve; de tan mayor la boca le caía sobre el pecho, mientras el labio inferior sostenía en equilibrio imposible un cigarrillo de picadura milenario.

En la parte inferior, junto a los rostros y cuerpos de personas, varones y hembras, jóvenes y ancianos, fueron brotando hoces y guadañas, yugos, horcas, palas, llaves inglesas y martillos, buriles, sierras, limas, brochas y paletas, espuertas, ovejas y patos, conejos, gallinas y corrales y pesebres. “¡Un nacimiento… es un nacimiento!”, exclamó Damiana, la que había recomendado paciencia, guardándose luego el consejo en el bolsillo. Por debajo de las nubes le fue naciendo a la mujer del cuadro un brazo, y de este una mano, y de la mano un objeto metálico, brillante, como si toda la luz del mundo se reflejase en su bruñida superficie. Y del otro brazo caído le creció un mástil, y del mástil una bandera, y en la bandera tres colores, y los ojos de Esteban se llenaron de lágrimas y los de Josué, que lejos de derribar murallas con sus trompetas, destripaba terrones con esmero, sacando al barro de la tierra para convertirlo en recipientes de infinitas formas. Lágrimas de sal rezumando de las tripas, de la rabia de un pasado de opresión y de una más reciente democracia incompleta. Le faltaba que la dama del lienzo cobrara vida. Y gritaron pidiendo su vuelta. Los más jóvenes, asustados, se volvieron, no entendían; el espectáculo estaba a punto de terminar y no eran capaces de adivinar qué estaba surgiendo ante sus sentidos, porque no lo solo la vista les fascinaba, también los olores puros y los sabores a tierra. Y Esteban, que era el más viejo soltó naciéndole de muy adentro, al tiempo que señalaba uno de los rostros de la parte inferior del lienzo: “Ese… ese es el tío Vico… y aquella, la Casilda… y ese otro Ulpiano el que era el alcalde cuando…”, le contuvieron las lágrimas. A todos ellos se los había llevado la riada de la muerte negra y azul, la de la envidia y el odio, la del despecho, la de la irracionalidad más salvaje. Por encima de su llanto se alzó majestuosa la voz de Damiana, la mujeruca, como si le hubiera recrecido el cuerpo. “¡Mirad la balanza en su mano derecha, mirad cómo brilla, majestuosa. Es la balanza de la justicia, de la verdad!”; la garganta se le cerró de la emoción, pero aún tuvo fuerzas para añadir: “¡Es mi República, nuestra República! ¡Y la bandera, la tricolor, la de la libertad, la de la igualdad, la que aventa el mal de la perfidia de los seres humanos!”. Y quedaron tan absortos en el cuadro que no vieron a la pintora recoger sus bártulos, esconderlos bajo el brazo y sonreír mientras desfilaba calle arriba. Tampoco se dieron cuenta de que su rostro era el mismo del lienzo y que su figura se evaporó a la altura del alfar de Mari Carmen. “Hoy es catorce de abril. El día de la República”, concluyó Lucas, el más joven de los mayores allí reunidos. La fecha le sonaba de lejos, de haberla oído a escondidas, como si del demonio se tratase. Y ahora estaba ahí, inundando la plaza con su luz.

 

A TODOS LOS PARTICIPANTES ENHORABUENA POR DARLE SENTIDO A ESTE PRIMER ESFUERZO DE CREAR UN ESPACIO CULTURAL Y DE CREACIÓN LITERARIA. ENHORABUENA A LOS GANADORES Y A TODAS AQUELLAS PERSONAS QUE HAN PARTICIPADO DESINTERESADAMENTE PORQUE ESTE PROYECTO LLEGUE A BUEN PUERTO. EN ESPECIAL A ÁNGEL REJAS Y A LUIS GIMENO.

NOS VOLVEREMOS A VER EN EL SEGUNDO CERTAMEN MIGUEL HERNÁNDEZ !!

 

 

 

En recuerdo de Eugenio Pulido, nuestro camarada de Leganés

El 23 de agosto murió, a los 84 años, nuestro camarada de Leganés Eugenio Pulido. Eran impresionantes su humildad, su gran entrega y la coherencia de su vida. Toda la ciudad lo conocía y respetaba como comunista y antifascista.

Camiones para Cuba

En 1989, con la caída del muro de Berlín, Cuba pasa -a causa del criminal bloqueo- por una de las crisis económicas más duras de su historia.

En busca de solidaridad, Cuba envía a España una pequeña brigada del Poder Popular para gestionar toda la ayuda que sea posible. Decíamos que “todo lo que el mundo capitalista desecha, a Cuba le vale», tal era la necesidad que tenían de transportes, motores y ordenadores. Allí estaba Pulido con los solidarios con Cuba, con Espinar, Pérez, Madrid, entre otros.

Consiguen del Ayuntamiento de Leganés el compromiso de que en el desguace municipal se instale un grupo al objeto de recuperar todo lo que fuera útil para Cuba. Se construye a toda prisa un pequeño taller hecho de madera para tal fin.

Se consiguen así piezas mecánicas de todo tipo, incluso motores completos. Gracias a camaradas del Comité de Empresa y a la sección sindical de CCOO de RENFE, el material preparado se cargaba en contenedores situados en la estación de Abroñigal para su posterior traslado a Puerto Real, de donde salían hacia Cuba. Con este sistema se enviaron camiones y autobuses completos.

En esta tarea Pulido se implica totalmente, siendo uno de los camaradas que más trabajo, relaciones y materiales logra para una Cuba en esos momentos de tanta precariedad.

En el Severo Ochoa

En 2005 salta a la actualidad el caso del hospital Severo Ochoa. Toda una estrategia de la mano de la presidenta Esperanza Aguirre para desprestigiar en todo lo posible a la Sanidad Pública. Pulido se pone inmediatamente del lado de los sanitarios públicos, llegando a participar en las asambleas gremiales. Tal fue su grado de implicación que proponía y debatía como uno más entre ellos.

La caseta del PCE en las fiestas de Leganés

Pulido es un referente para todos los camaradas de Leganés, así como para todo el pueblo. Siempre trabajó en la caseta del PCE en las fiestas, una tarea que permitía a nuestro núcleo de Leganés tener la suficiente autonomía económica durante todo el año.

Una de las tareas a desarrollar en la caseta, junto a otras muchas que otros camaradas realizan, es la plancha. Pulido tenía siempre su sitio allí, siendo uno de los más penosos. En pleno agosto asando chorizos y panceta, siempre sin quejarse, como si de un deber ineludible se tratara. Lo puedo atestiguar, fueron muchas noches las que pasé junto a él en las planchas, donde todos los camaradas siempre quieren ser los primeros a los que se atienda. Pulido demostraba ese talante tan comunista de que a cada uno cuando le corresponda.

Una gran persona, comunista y antifascista, respetado por todos, como pude comprobar cuando compartíamos la plancha o paseábamos por Leganés.

Tan era así que, cuando decidía asistir a los plenos municipales y desde el público emitía, con su profunda y grave voz, cualquier comentario, se hacía el silencio para escucharlo.

Se nos van los mejores. Descanse en paz.

 

Fuente: Mundo Obrero

Las rapadas de Lekeitio: víctimas de la represión franquista

RAPADAS DE LEKEITIO

Las rapadas de Lekeitio: víctimas de la represión franquista

Humillaban a mujeres y niñas públicamente y convirtieron el castigo de género en arma política durante la guerra y la posguerra.

Tam-Tam, tampatantam. Gregori Goitia Izurieta (1919) tenía 16 años pero recuerda como si fuese ayer el sonido del tamboril que anunciaba el «paseo de la vergüenza». Con el apoyo de los «señoritos», los alguaciles y guardias civiles testaban en Lekeitio un castigo que se extendió por muchos pueblos y ciudades del nuevo Estado dictatorial, aunque los registros de aquellashumillaciones públicas sean escasos. De norte a sur, solamente se conservan tres únicas fotografías que ilustran esa barbarie.

Rufo Atxurra, historiador autodidacta y una de las fuentes más fiables de información del pueblo no pudo recabar documentos de lo acaecido en Lekeitio porque «las víctimas hicieron lo posible por enterrar esas vejaciones» y «las autoridades no escribieron un listado de las atrocidades cometidas».

Tampoco figuran expedientes sobre estas mujeres en los tribunales militares del franquismo. Han sido las grandes olvidadas. Son los propios familiares los que, con su testimonio, pueden ayudar a escribir el relato de aquellos escarnios.

Para que os hagáis una idea, era tal la brutalidad con la que fueron tratadas estas mujeres que, en el periódico madrileño ahora, fechado el 2 de octubre de 1936, hablaban de «bárbaros instintos de las hordas fascistas que dejaban sus huellas en estas mujeres vascas». 

Hacia el modelo de una nueva mujer

Los ataques sistemáticos de los «vencedores» contra las mujeres de Lekeitio eran castigos por haber cuestionado los principios básicos y el orden que pretendía establecer el nuevo estado dictatorial.

«Las potxuas» – chicas en el lenguaje coloquial de la zona- eran mujeres que destacaban por tener un fuerte carácter y desafiaban la autoridad de los alzados con sus costumbres y tradiciones; el euskera era dominado por la gran mayoría de las madres, abuelas y nietas. Algo que el régimen no veía con buenos ojos por considerarlo el lenguaje del demonio y de los nacionalistas.

 

Eusebia Barinagarrementeria (dch) en 1975. Le cortaron el pelo con 42 años en Berriatua en mayo de 1937.Eusebia Barinagarrementeria (dcha) en 1975. Le cortaron el pelo con 42 años en Berriatua en mayo de 1937.

Devotas acérrimas de la Antiaguako Ama- La Virgen de la Antigua- aún conservaban bailes paganos en los que eran exclusivamente mujeres las que bailaban la danza del sol o el aurresku femenino. Esos bailes quedaron proscritos.

Javier Martin Burgaña las describe trabajando en el puerto: «cosiendo las redes de los marineros, descargando el pescado, encestándolo, limpiando el muelle, etc». Además, se encargaban del cuidado de los niños y del bienestar de la familia; hacían de padre y madre porque sus maridos estaban en la mar, habían fallecido en combate o- en el mejor de los casos- porque habían abandonado el país en un exilio forzado.

Por «rojas» y «vascas»

Brijida, Mari «Ondarru», Miren «Ponpon», Rosario «Akorda», Claudia y Carmen «Antzarra» no salen en los libros de historia pero tienen algo en común: fueron despojadas de uno de los símbolos más visibles de feminidad de la época.

Sin haber «torturado, violado y asesinado» a nadie, les raparon el pelo de la cabeza al cero en el ayuntamiento y, a alguna de ellas, también el de las cejas. Ese sería solamente el inicio de un calvario que iban a experimentar en sus propias carnes, una venganza y un ensañamiento que supera lo imaginable.

«Les dejaban una cabellera más blanca que el color de mi brazo», explica Gregori señalando una de sus articulaciones agarrotadas por el exceso de trabajo de años y años. A punto de cumplir un siglo de edad , Gregori todavía suspira al hablar de la guerra «entre hermanos»: «Ay la guerra, ay la guerra», lamenta con un debilitado hilo de voz.

 

Gregori Goitia en uno de los momentos de la entrevista.Gregori Goitia en uno de los momentos de la entrevista.

Una falsa denuncia de un vecino del propio pueblo, el simple hecho de tener un familiar en el bando republicano, vizcaíno o nacionalista sin la necesidad de que ellas compartieran esas ideas y, en definitiva «porque a ellos les daba la gana», concluye Mila Mendia. Cualquier pretexto era válido para que una mujer acabase en prisión.

«A mi abuela María se la llevaron simplemente por haber estado ayudando en el puesto de la Cruz Roja a los gudaris que llegaban heridos del frente», explica Iñaki Ruiz Laka. «A la mía, en cambio, por llevar una ikurriña», responde el nieto de otra. «A fulana y a mengana por no cantar el «Cara al sol».

Documentos de la condena de Mari Egaña ´Ondarru`Documentos de la condena de Mari Egaña ´Ondarru`

«Fueron trasladadas a una prisión que habían improvisado en una casa donde actualmente se encuentra el bar Itxasalde», informa Mari Nieves Erkiaga, «donde está el primer mirador». Dormían hacinadas y arrinconadas en el suelo, en un espacio que no superaba los 60 centímetros de ancho. «La comida escaseaba y los contados alimentos que llevaban a la boca estaban podridos».

En el centro, el edificio con miradores blancos donde se ubicaba la prisión femeninaEn el centro, el edificio con miradores blancos donde se ubicaba la prisión femenina

La inquisición franquista

Una de las secuencias más memorables de Juego de Tronos es el «Walk of Shame»- el paseo de la vergüenza- al que sometieron a Cersei. «La Lannister era obligada a ir hasta el castillo real atravesando desnuda y sin su larga melena por las calles de Desembarco del Rey».

Un padre que prefiere mantenerse en el anonimato no es capaz de buscar un símil mejor para contarle a su hijo lo que aconteció entre 1937 y 1940 en Lekeitio. «Aquí pasó algo parecido», afirma tajante. Su mujer compara los sucesos de la villa marinera con otra figura de la «España Negra», «con los sambenitos esos que imponía la inquisición española a los acusados de brujería, a los falsos conversos y a los herejes».

Tras ser arrestadas, a las mujeres peladas las forzaban a ingerir grandes cantidades de aceite de ricino, un laxante al que muchos le otorgaban propiedades abortivas. En el mejor de los casos el nauseabundo líquido les provocaba fuertes dolores de barriga y quemazón estomacal, en el peor de los casos diarrea y vómitos.

La vida de las mujeres de Lekeitio está ligada a su puertoLa vida de las mujeres de Lekeitio está ligada a su puerto

«Bebe esto», le dijeron a Claudia, «porque tú eres vieja y para que mueras antes» y, así hizó ella. Pero afortunadamente, la primera vez que la bebió, Claudia consiguió tirar gran parte de la sustancia a un pañuelo que le habían dado los verdugos para limpiarse las «babas». «Vais a echar todas las tonterías comunistas fuera del cuerpo», les advertían. 

«Las fuerzas vivas» del municipio obligaban a desfilar a las mujeres desde la plaza hasta el rompeolas en un teatro tumultuoso que duró más de un mes. Caminaban dando pequeños pasos amortiguados por el sonido de un txistu y un tambor, defecando por el poderoso laxante que les habían dado. En otras ocasiones les acompañaba la banda de música del pueblo. De esa manera, habían sido señaladas para el resto de sus vídas para su propio escarnio y el de sus propias familias. Estaban avisadas las futuras disidentes femeninas.

Según afirma el psiquiatra Enrique González Duro en su libro Las rapadas, el franquismo contra la mujer (S.XXI) , «las víctimas quedaban marcadas indefinidamente, aunque no tuvieran secuelas físicas». Quedaron grabadas en el imaginario colectivo de toda la población.

La rapada Mari Egaña, de negro y sujetando a la bebé que alumbró en la cárcelLa rapada Mari Egaña, de negro y sujetando a la bebé que alumbró en la cárcel

«Vagaban como almas en pena» narra Nicolasa Laka Egaña «Niko» con la firmeza del que conoce bien la historia. Su madre, Mari «Ondarru» se libró de milagro del ricino porque estaba a punto de dar a luz a su hermana , pero la exhibieron de modo deshonroso. «A la pobre le subieron la minifalda por encima de las rodillas y la pasearon de aquí para allá entre las sonrisas de algunas personas y la cara de pena de otras», agrega con tristeza. «La dejaron libre para traer al mundo a Txaro, que caprichos del destino, nació el mismo día en el que cumplía años el Caudillo», esboza una sonrisa tendenciosa. «Al de tres días nos la metieron presa otra vez», lamenta.

«Se les dejaba un pequeño mechón de pelo al que le anudaban un «txori» – un lazo en euskera – rojo y amarillo», amplia Mila Mendia , «llevaban los colores de la bandera monárquica como mofa».

A las hermanas María y Alejandra Erkiaga Bengoetxea les obligaron a limpiar los palacetes y las casas de los terratenientes y ricachones. «Dejábamos el suelo como la patena y, al acabar, los soldados echaban escupitajos al parqué mientras gritaban “puta vasca, limpia otra vez», solía contarle en vida María a su hija Rosa Bárcena Erkiaga. «Otras mujeres se encargaban de dejar como la patena la Basílica de Santa María, los cuartelitos de la Guardia Civil y el ayuntamiento», apostilla Rosa, «todo con jabón y frotando con la arena de la playa pequeña, eh».

El horror hecho lugar

A muy pocos kilómetros de Lekeitio, en la playa de Saturrarán de Mutriku, límite entre Bizkaia y Gipuzkoa, se encontraba la Prisión Central de la playa de Saturrarán. El bello entorno asalvajado, antiguo balneario, lugar de veraneo y descanso para turistas con dinero en otros tiempos, distaba mucho de la embajada de la muerte en el que se convirtió. Guarda una historia cruenta real que habría que recordar.

Vista de la antigua cárcel de SaturraránVista de la antigua cárcel de Saturrarán

Entre 1938 y 1944 por sus celdas pasaron más de cuatro mil presas republicanas de 18 a 80 años . «Lekeitianas habían pocas pero trajeron a 700 asturianas» comenta Jesusa Goiogana. Allí encontraron la muerte 116 mujeres y 57 niños a los que consideraban «débiles mentales» y los pequeños que sobrevivieron fueron entregados en adopción a afines a los gobernantes franquistas.

De entre las guardianas las presas distinguían a la superiora sor María Aranzazu Vélez de Mendizábal «por lo mala que era». «Le pusimos el mote de sor «Pantera blanca» porque tenía el hábito blanco pero el corazón muy negro», apuntó una superviviente. «Todas las monjas eran unas déspotas y les faltaba humanidad», dejaron escrito las demás.

Diez prisioneras con sus "monjas guardianas"Diez prisioneras con sus «monjas guardianas»

Las presidiarias fueron sometidas a la férrea disciplina impuesta por las monjas de la orden Mercedarias –hasta negaban la leche a los niños pequeños- y eran frecuentes las palizas y violaciones a las que les sometían las monjas.

En todos los pueblos se conocen historias parecidas. «Pregunta, pregunta», me reta una señora. En Berriatua, sin ir más lejos «en el pueblo de al lado de Lekeitio, a partir de mayo de 1937 cortaron el pelo a otras siete y fusilaron a otras dos», dice tajante para acallar las preguntas.

Oropesa (Toledo) , Montilla (Córdoba), Marín (Pontevedra), La Peña (entre Jaca y Ayerbe), Fuente de Cantos (Badajoz)… son algunos de los otros ejemplos de esta práctica extendida. No hay territorio ni municipio en el que las mujeres no pudieron evitar el rapado sistemáticocomo forma de castigo.

Un grupo de niñas y jovenes rapadas en Montilla ( Córdoba) haciendo el saludo franquista.Un grupo de niñas y jovenes rapadas en Montilla ( Córdoba) haciendo el saludo franquista.

El general Gonzalo Queipo de Llano –la máxima autoridad militar de Sevilla–, solo cinco días después de empezada la guerra civil, decía en la radio: «Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a sus mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que pataleen y forcejeen». 

Feminicidas de altas esferas

Los instigadores o altos mandos del levantamiento militar no escondían sus pretensiones ante la opinión pública.

Queipo de Llano, uno de los militares golpistas más feroces y máxima autoridad en Sevilla, lanzó este mensaje contra la mujer en Unión Radio Sevilla, perteneciente a la Cadena Ser tan solo cinco días después de empezar la guerra civil: «Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y de paso también a sus mujeres […] Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen».

Queipo de Llano lanza uno de sus discursos propagandísticos por la radio.Queipo de Llano lanza uno de sus discursos propagandísticos por la radio.

Ahí no acaba todo

Las «liberadas» que vivieron esos episodios volverían al ámbito privado del hogar, avergonzadas y estigmatizadas. Hasta que les volvía a crecer el cabello, las mujeres se escondían en sus casas y se cubrían el pelo que no tenían con un pañuelo (en el caso del País Vasco tapaban la cabellera con una txapela).

En muchas ocasiones, al ver que no llevaban «sus vergüenzas a la vista», los falangistas les arrancaban las telas que protegían sus cabezas cuando las veían por las calles para así aumentar su vergüenza.

Pero el rapado del cabello y las purgas de ricino no fueron las únicas formas represivas y ejemplificadoras. En el peor de los casos, las mujeres se enfrentaron a agresiones sexuales, a abusos y a violaciones por parte de las fuerzas falangistas, moras y regulares o cualquiera que las consideraba exclusivamente un cuerpo y se creía el derecho de hacer uso de la fuerza contra ellas.
En ocasiones, fruto de estas relaciones no consentidas se dieron infinitos casos de embarazos no deseados.

Pura Sánchez, autora de la represión de las mujeres en Andalucía (2009) cree que en la guerra civil al igual que «en las guerras antiguas, como en las guerras contemporáneas, (…) la mujer es considerada un territorio en el que el hombre proyecta sus deseos». Por eso, era frecuente que, sufrieran el acoso de los autoridad y hombres con poder que les pedían relaciones sexuales para favorecer a familiares encarcelados.

Al igual que los hombres, sufrieron brutales torturas en interminables interrogatorios para dar cuenta del paradero de amigos y conocidos contrarios al franquismo , fueron obligadas a realizar trabajos forzados y las excluyeron de la sociedad de diversas maneras.

Cuatro mujeres rapadas al cero por los franquistas en Oropesa (Toledo) por ser familiares de republicanos.  Fundación: Pablo IglesiasCuatro mujeres rapadas al cero por los franquistas en Oropesa (Toledo) por ser familiares de republicanos.  Fundación: Pablo Iglesias

Cabe destacar que como subraya Ana Verdugo en Represión franquista sobre mujeres (2012) «muchas de ellas habían ejercido de cargos públicos durante la República, como alcaldesas y concejalas, o distintas profesiones como farmacéuticas, enfermeras o maestras». Les fue prohibido trabajar condenándolas a la más absoluta miseria.

Patxi Juaristi Larrinaga (Markina-Xemein, 1967) es Doctor en Sociología y ha publicado numerosos artículos y libros relacionados con la Guerra Civil. Habla de una «represión atroz generalizada» contra la mujer que «cambió de raíz» su forma de vida.

Los partidarios de Franco eliminaron de golpe todos los avances y los derechos que habían conseguido las mujeres en la República. «Una de las banderas del régimen franquista fuese esa», afirma el experto. Durante décadas, se valieron del fanatismo religioso, misógino y homófobo para moldear la cimientos del machismo más opresor. La familia, la tradición y Dios estaban por encima de cualquier otra cosa y bajo el eje de esta triada, la mujer era sometida a la cultura patriarcal más humillante.

Las «incorregibles» eran fusiladas sin ningún miramiento y a acababan enterradas en fosas comunes.

A las «rojas» les fueron arrebatados muchos bebés para acabar en manos de familias acaudaladas, una práctica normalizada gracias a la cooperación de religiosas y doctores que operaron en una red organizada hasta bien entrada la democracia.

Justicia y reparación

Las difamaciones sobre las Trece Rosasvertidas abiertamente y sin ningún tipo de rigor histórico que ha vertido el secretario general de VOX, Ortega-Smith, y la escalada de declaraciones guerracivilistas de sus socios en Madrid, deja de manifiesto que sin alimentar rencores, hay que hacer un ejercicio de memoria colectiva.

Las difamaciones sobre las Trece Rosasvertidas abiertamente y sin ningún tipo de rigor histórico que ha vertido el secretario general de VOX, Ortega-Smith, y la escalada de declaraciones guerracivilistas de sus socios en Madrid, deja de manifiesto que sin alimentar rencores, hay que hacer un ejercicio de memoria colectiva.

Ahora, más que nunca, es necesario que conozcamos el pasado que nos pertenece para que generaciones venideras sean conscientes de lo peligroso que es el fascismo y lo importante que es proteger una democracia. No se trata de que reconstruyamos aquella oscura época en la que cambió el modo de vida y la convivencia de toda la sociedad, sino de conocer lo que hemos podido dejar atrás y cerrar heridas en un acto de sanación.

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«Hay que recordar que nosotros estábamos tranquilos», opina el familiar de una de las víctimas, «nosotros no iniciamos la guerra y nos acusan por habernos defendido», zanja el tema. 

Gabriel Akordarrementeria perdió a su madre hace cinco años. Rosario «Akorda», su ama era una de las lekitxarras a las que raparon el pelo pensando que nunca sería libre e independiente. «Se equivocaron», asegura. «Ya que el martirio que vivieron era un tema tabú, sería bonito que hablásemos por ella, se lo merecen», manifiesta abiertamente.

Akordarrementeria se despide, nos sin antes haber prometido que la próxima vez que vea a Koldo Goitia, el alcalde de Lekeitio, le pedirá que haga un homenaje público a «las rapadas que tenían sus nombres, fueron señalas y han sido olvidadas».

Sin embargo, en la copia borrosa que preserva la memoria siguen presentes. Cada una de ellas aún vive en las cabezas de quienes se acuerdan de sus nombres. Debería estar prohibido por ley no recordar. 

Fuente: Público

 

 

 

 

 

NO ES VERDAD

No es verdad

 

No es verdad, no, lo de caperucita no es un cuento,

es la mentira de la niña mentecata,

y la soledad de una abuela que imagina por el aburrimiento,

que no vivía en el bosque que vivía en el centro de la ciudad,

que el lobo era el caniche de la mamá de caperucita

que no era roja que era violeta,

por eso la bandera feminista que cruzaba calles y no bosques

que era una niña pija del barrio Salamanca,

que solo miraba por ella, como toda pija,

demasiado pija para llevar comida a su abuela,

que el leñador era el policía de tráfico.

Como nos han engañado durante todos estos años,

menos mal que fui a la biblioteca

y vi el libro “la verdadera historia de Caperucita”

escrita por un tal José María Aznar

y prologado por un tal Georges Bush,

esos sí que saben contar las historias de verdad

y no esos papanatas como Perrault

o ese sueco que ni su nombre se

y esa María Elena Walsh

que dice que la tortuga Manuelita de Pehuajó

se fue a París con su traje de malaquita

y que José María apunta que quería ser Caperucita

y el avión del doctor que la quiere vacunar.

Si es que estos cuentistas tienen mucho cuento.

José Mari el que escribe la verdadera historia de Caperucita

y de la tortuga Manuelita que su traje no era de malaquita sino de fieltro.

Anda ya, con esos cuentistas, que viva José Mari

 

Luis Gimeno Lopesino

06/02/2019