La asamblea de Leganés por la República mostró sus banderas en la vuelta

 

La asamblea de Leganés por la República inician en este mes de septiembre un nuevo curso que inauguraron el día 5 de septiembre de 2019 en el centro cívico Julián Besteiro. En este ciclo tienen previsto múltiples actividades que pueden llevar a cabo con una mayor participación de personas en la asamblea.

Los proyectos que tienen en marcha, son entre otros: celebración de unas jornadas sobre la revolución de Asturias de 1934, con conferencias, exposiciones… etc. estas actividades las harán en coordinación con Vallekas republicana, unos en Vallekas, y otros en Leganés. Participarán en las fiestas de San Nicasio poniendo una mesa informativa. En noviembre harán también unas jornadas, esta vez tratando el tema de la transición.

En diciembre realizarán una campaña para navidad recordando a todos que el 24 de diciembre apaguen la televisión a las 21.30 para que los que están a favor de la República no vean a Felipe de Borbón. También tienen la intención de crear varios grupos que vayan trabajando actividades para el año que viene como la participación en los carnavales de Leganés.

Otro grupo pretende trabajar para crear la infraestructura necesaria para celebrar la primera paella republicana de Leganés. El 15 de septiembre pasó la vuelta ciclista por Leganés y mostraron sus banderas republicanas al paso del pelotón.

Crónica de una muerte silenciada. Asesinato y depuración de un maestro en Montijo

En Montijo no hay nada que recuerde institucionalmente a García Martínez de Tejada y a sus compañeros. Algunos de los “maestros” que vinieron después ejercieron la docencia sin formación ni título, a golpe de palmeta o a hostias bajo los retratos de José Antonio y Franco, al dictado de los principios del Movimiento y de la Santa Madre Iglesia.

Nadie sabe a ciencia cierta qué fue lo que condujo al maestro Juan José García Martínez de Tejada en sus últimos días a Montijo, el pueblo de Badajoz donde le esperaba la muerte. Nunca sabremos qué le llevó a incorporarse el viernes 4 de septiembre de 1936 a su puesto de enseñanza primaria, en el Grupo escolar Giner de los Ríos, donde la educación era pública, laica y gratuita.

Si atendemos a lo que se cuenta en su expediente de depuración, en el Archivo General de la Administración, la insurrección militar de julio le habría cogido de vacaciones en Valladolid, donde residía la familia de su mujer, Rosa Álvarez. Ya a finales de las mismas, en la segunda quincena de agosto, debía de conocer o intuir las atrocidades que el ejército golpista del sur andaba cometiendo en su rápido avance hacia Madrid. El Norte de Castilla, Diario Independiente de Valladolid, ciudad tomada por los sublevados desde el inicio de la guerra, anunciaba en su portada del 15 de agosto la toma de Badajoz por las tropas de Yagüe, comunicada por Radio Tetuán. Es de suponer que Juan José García, hombre culto, habría leído con avidez esta noticia y las de los días posteriores, que hablaban de la “justicia sumarísima” aplicada en los pueblos extremeños tomados por la «Columna de la muerte», donde lo que menos había, precisamente, era justicia.

O tal vez creyera que la situación en Montijo, tomado el 13 de agosto, era más tranquila que en Valladolid. Allí se fusilaba al amanecer, en el Campo de San Isidro, a las afueras de la ciudad, en un paredón cercano a unas graveras donde un avispado levantó un puesto de venta ambulante: vendía churros y aguardiente al público madrugador que acudía a presenciar las ejecuciones.

Sea como fuere, aquel maestro segoviano de 32 años (había nacido en San Cristóbal de la Vega), casado y padre de dos niños de seis y tres años, llegó a Montijo en los últimos días de agosto o primeros de septiembre de 1936, recién iniciada en este pueblo una sangrienta represión contra vecinos y vecinas del mismo, ya narrada en este diario en artículos como Verdugos conocidos o 83 aniversario del asesinato de los dirigentes republicanos en Montijo.

A pesar de que se ha repetido hasta la saciedad, con sutiles visos de justificación, que la represión fascista fue ejercida contra “elementos” ajenos a los valores conservadores, lo cierto es que, según el testimonio de familiares cercanos, García Martínez de Tejada era una persona creyente en la fe católica, muy religiosa, beata en su condición de fervoroso practicante, así como un funcionario cumplidor y comprometido con su labor de docente en este pueblo de Badajoz, donde ejercía desde abril de 1929, cuando llegó a la escuela unitaria número 2. Aún así, la muerte le rondaba y, como en el célebre cuento árabe, debió de sorprenderse al verle en Valladolid hacia finales de agosto cuando sabía que debía encontrarle en Montijo, donde nadie le esperaba, a principios del mes siguiente.

Así que confiado de sí mismo y en paz con su conciencia, quizás llevado por un sentido del cumplimiento del deber como funcionario del Estado, tal y como hicieron muchos otros maestros y maestras nacionales que se incorporaron a su puesto de trabajo los primeros días del curso escolar 36-37, Juan José García viajó desde Valladolid a Montijo a través de la España tomada por los rebeldes, pasando por Salamanca, Plasencia y Cáceres, donde ya se mataba mucho y en azul, en cumplimiento de la consigna atribuida a Queipo de Llano cuando a este le preguntaron qué hacer con el poeta Federico García Lorca: “Dadle café, mucho café”, dijo, donde “café” era el acrónimo de “¡Camarada: Arriba Falange Española!”.

La escuela es entendida como una herramienta para paliar las desigualdades sociales y el principio educativo como base del trabajo cooperativo

Todo lo que sabemos de la excelencia de su trabajo como maestro nacional y de las vicisitudes de sus últimos días es gracias a la también excelente y abundante obra de Antonio García Madrid en referencia a los llamados maestros freinetianos (García Madrid, Antonio, Un ejército de maestros. Experiencias de las técnicas de Freinet en Castilla y Extremadura, 1932-1936), un conjunto de maestros nacionales que se acogieron a las técnicas pedagógicas de Célestin Freinet, impulsor en Francia de la Cooperativa de Enseñanza Laica y la Escuela proletaria. Freinet abogaba por principios educativos como la autogestión, la cooperación y la solidaridad entre el alumnado. Su obra y su enseñanza se enmarcan en el conjunto de enfoques críticos a la escuela que surge en Europa en el primer tercio del siglo XX, de inspiración marxista y anarquista. La escuela es entendida como una herramienta para paliar las desigualdades sociales y el principio educativo como base del trabajo cooperativo. Hay que fomentar en los niños y niñas un espíritu creativo de acción. El objetivo es crear hombres y mujeres libres que se comporten como ciudadanos y ciudadanas libres de dogmatismos. Sus principales representantes fueron Célestin Freinet (1896-1966), Antón Makarenko (1888-1939) y Manuel Núñez Arenas (1886-1951).

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Juan José García Martínez de Tejada el día de su boda con Rosa Álvarez. Foto: cedida por un familiar.

En 1927 Freinet publicó su obra La imprenta en la escuela, fundamentada en lo que hoy conocemos como constructivismo: son los alumnos y alumnas quienes construyen su propio conocimiento a partir de lo que ya saben y expresándose de modo espontáneo en un marco de libertad creativa. Freinet utiliza la imprenta como herramienta para crear medios de comunicación autogestionados por el alumnado, algo que les permitirá ser protagonistas de su propio aprendizaje.

En España hubo dos grandes focos de maestros freinetistas. Uno de ellos fue el catalano-aragonés y otro el extremeño

En España hubo dos grandes focos de maestros freinetistas. Uno de ellos fue el catalano-aragonés y otro el extremeño, este último sobradamente estudiado por García Madrid. Su principal representante e impulsor fue Maximino Cano Gascón, maestro también destinado a Montijo tras su paso por Las Hurdes.

Queremos creer en la posibilidad de que Juan José García Martínez de Tejada se comunicara por teléfono o por carta con Maximino Cano antes de regresar a Montijo, a finales de agosto. Queremos creer que cuando mantuvieron esa conversación Maximino le contó que el pueblo, a pesar de los acontecimientos y del cambio de gobierno municipal a manos facciosas, estaba tranquilo. En los primeros días de guerra 56 personas de derechas habían sido encerradas en el convento de las Clarisas, pero no se había producido ninguna muerte en el municipio. A partir del 13 de agosto, víspera de la toma y matanza de Badajoz, con los cañones de Yagüe apuntando al pueblo desde el cercano cerro de Lobón, las tornas se volvieron y el poder municipal les fue entregado a quienes habían estado encarcelados en ese convento.

Juan José había introducido a Maximino en la sociedad montijana a su llegada tres años antes, en septiembre de 1933, con ocasión de inicio del nuevo curso. Maximino arrastraba una amplia experiencia vivida en la tierra de las Hurdes, donde había llevado a cabo su enseñanza freinetiana, en compañía del también maestro José Vargas, con la utilización de la imprenta para la publicación de diversas revistas escolares y la puesta en marcha de una radio, experiencia que repetiría en Montijo. Estas publicaciones se habían dado a conocer tanto dentro como fuera de España a través de diversos canales, siguiendo el principio de la pedagogía freinetiana del internacionalismo, una dimensión europea y transnacional de la educación. Como se afirma en La pedagogía de Freinet en España: la importancia del Movimiento Cooperativo de Escuela Popular, de Gemma Errico, Universidad de Roma “Tor Vergata”, 2014, Freinet (cita textual) invitaba a adoptar una perspectiva, internacional y global de la educación y la cultura, una perspectiva crítica hacia los nacionalismos exclusivos, promoviendo la interacción y la comprensión internacional, herramientas indispensables para el mantenimiento del orden mundial y de la paz.

El pueblo estaba tomado por la Escuadra negra de la Falange, un grupo paramilitar de jóvenes descontrolados, borrachos de coñac y poder, que acostumbraban a robar, torturar, violar y matar, en connivencia con la Guardia Civil. El párroco del momento alentaba aquellas ejecuciones, llegando incluso a delatar el escondite de algunos huidos, confiado por sus familiares en confesión

Se da la circunstancia de que Maximino Cano Gascón ya había publicado en 1920 un primer libro de poesías, El primer amor, con una ilustración de portada del anarquista Ramón Acín. Este último –artista, revolucionario, pedagogo- venía aplicando desde 1932 las técnicas de Freinet en sus clases como profesor de dibujo en las Escuelas Normales de Maestros y Maestras de Huesca, una escuela pública de formación de profesorado, cuya plaza como profesor había obtenido en 1917. También, en 1932, Ramón Acín había acompañado a Luis Buñuel por Las Hurdes en su viaje para el rodaje de Tierra sin pan. Es muy posible que, dada la colaboración en la edición del libro de poesías de Maximino Cano, ambos se encontraran en tierras hurdanas. Incluso hay quien especula que parte del dinero que Ramón Acín ganó en la lotería y destinó al pago del rodaje de la película de Buñuel, ayudó también a sufragar los gastos de compra de imprenta y otros materiales de los maestros freinetianos en las Hurdes (29.757, El número de la suerte).

Cuando el maestro Juan José García Martínez de Tejada regresó a Montijo, en tiempo de azufaifas, se encontró el pueblo muy cambiado. Los letreros alusivos a la Segunda República habían sido arrancados y habían dado comienzo los asesinatos antes del amanecer frente a la tapia norte del cementerio. El pueblo estaba tomado por la Escuadra negra de la Falange, un grupo paramilitar de jóvenes descontrolados, «borrachos de coñac y poder», que acostumbraban a robar, torturar, violar y matar, en connivencia con la Guardia Civil y las autoridades ilegítimas. El párroco del momento, siniestro personaje, alentaba aquellas ejecuciones, llegando incluso a delatar el escondite de algunos huidos cuyo paradero le había sido confiado por sus familiares bajo el sacramento de la confesión. En el testimonio dado por este cura (nombrado después arcipreste por el obispado de Badajoz) en el expediente de depuración acerca del maestro García Martínez de Tejada, dice: “era de ideas socialistas y contrario al movimiento salvador”.

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Primer número de la revista Floreal, realizada por el grupo escolar Giner de los Ríos de Montijo en 1934.

En Montijo existían dos grupos escolares creados por la República, “Giner de los Ríos” y “14 de abril”, donde se impartía una enseñanza racionalista, laica y muy progresista. La Constitución de la II República Española, establecía en sus artículos 48, 49 y 50 los principios de una enseñanza (entonces no se hablaba de educación) pública, gratuita, laica, mixta y obligatoria. Diversos decretos desarrollaron durante los años siguientes un proyecto educativo inigualable e irrepetible, que iba desde la creación de las misiones pedagógicas, con los más renombrados intelectuales del país entrando a lomos de borricos cargados de libros en los pueblos más humildes para llevarles a sus gentes la cultura, hasta el proyecto de creación de más de 27.000 escuelas, obligando a los ayuntamientos de los pueblos a que, en tanto se construían los centros educativos, habilitaran espacios adecuados donde maestros y maestras de nuevo cuño darían sus clases (en algunos lugares se llegó a utilizar como aula la sala de autopsias de los cementerios).

Durante la República se desarrolló un proyecto educativo que iba desde la creación de las misiones pedagógicas, con los más renombrados intelectuales del país entrando a lomos de borricos cargados de libros en los pueblos más humildes, hasta la creación de más de 27.000 escuelas

Estos últimos, los maestros y las maestras, recibieron una formación digna, por primera vez de carácter universitario, y fueron instruidos en el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza. En poco tiempo se convirtieron en los intelectuales de los pueblos, recurriendo a métodos pedagógicos basados en la experimentación científica, el debate y la comprensión de las capacidades de sus alumnos y alumnas, a quienes sacaban cada dos por tres de las aulas para enseñarles de primera mano el mundo que les rodeaba. Ahí queda, como delicia narrativa de esta verdad, el precioso cuento de Manuel Rivas La lengua de las mariposas.

Según el libro citado de Antonio García Madrid, en el expediente de clases pasivas del maestro García Martínez, hay una declaración de su esposa, Rosa Álvarez, que afirma que el maestro fue detenido nada más llegar a Montijo e incorporarse a su puesto escolar el 4 de septiembre, en el Grupo escolar “Giner de los Ríos”. Su misma suerte corrió otro de sus compañeros, muy posiblemente implicado en las técnicas freinetistas en Montijo, Eduardo Almada Rodríguez, maestro nacional de 42 años. En sintonía con el principio internacionalista del freinetismo, que abogaba por una comunidad internacional de maestros y maestras dotados de un lenguaje pedagógico universal y común, Eduardo Almada era esperantista y, después de haber ejercido en su pueblo natal, Villanueva del Fresno, donde había sido alcalde, ocupó plaza en Montijo, compartiendo enseñanza con García Martínez de Tejada y Maximino Cano.

En los últimos días de agosto o primeros de septiembre un grupo de falangistas de Villanueva del Fresno se desplazó a Montijo y le detuvo. Eduardo Almada estaba tomando el fresco, al atardecer, a las puertas de su vivienda junto a unos compañeros de cátedra, en unas casas añadidas al grupo escolar que han estado en pie hasta hace poco tiempo, conocidas como las casas de los maestros del colegio de las eras. Fue trasladado a Villanueva del Fresno y fusilado junto a la ermita de San Ginés el 5 de septiembre a las seis de la mañana.

En los últimos días de agosto o primeros de septiembre un grupo de falangistas de Villanueva del Fresno se desplazó a Montijo y detuvo a Eduardo Almada. Fue trasladado a Villanueva del Fresno y fusilado junto a la ermita de San Ginés

García de Tejada fue llevado a la cárcel pública del pueblo. Allí se encontró con muchos convecinos que debieron de contarle lo sucedido una semana antes, cuando comenzaron los paseos y los asesinatos impunes antes del crepúsculo matutino. Le debieron de narrar el auto de fe que se hizo en la plaza pública con motivo de la procesión de la Virgen de Barbaño, patrona del pueblo, las palizas dadas a los presos obligados a desfilar ante la imagen y el rapado de las mujeres, a quienes después de cortarles el pelo al cero se les dejaba un pequeño flequillo donde se le anudaban unos lacitos con los colores de la bandera monárquica. Después se les obligaba a tomar aceite de ricino “para sacarles el comunismo del cuerpo”.

García Madrid da noticia de una carta, transcrita literalmente, escrita por García Martínez de Tejada desde la cárcel a su esposa nada más ser detenido, el sábado 5 de septiembre. En ella aún confía en ser puesto en libertad: “Tengo confianza en Dios y espero salir de esta cárcel pronto”. Le pide que esté tranquila porque él también lo está: “Nada he hecho y nada me harán. Muchos abrazos. Juan José”.

Como maestro se había significado en la vida social y política del pueblo. Su condición de secretario del consejo local de enseñanza le obligó a participar en la toma de decisiones políticas, si bien siempre en el ámbito de lo referente a la mejora de la enseñanza en Montijo. Como docente era un buen maestro. Así lo recuerda su alumno Juan Roque Redondo en declaración recogida por el historiador Juan Carlos Molano Gragera. Juan Roque recuerda los métodos innovadores de Martínez de Tejada, como aquellos atardeceres de jueves en los que el maestro sacaba a los niños al campo y les hacía trazar en la hierba figuras geométricas que después debían medir con una cinta métrica: “Este método nos gustaba a todos y aprendíamos pronto”.

Pero lo que debió delatarle sobremanera fue su clara implicación en la elaboración, edición y publicación de las revistas escolares del pueblo, hechas desde el espíritu freinetiano de ambas escuelas e inspiradas por Maximino Cano: la Revista Infantil Floreal, del grupo Escolar Giner de los Ríos y la Revista Infantil Alborada, del Grupo Escolar 14 de abril.

Gracias al libro de García Madrid y al ejemplar existente de la segunda (Alborada) en el Archivo de Montijo, podemos ver en la reproducción de sus páginas el proyecto escolar inspirado por Maximino Cano (que no tiene nada que envidiar a los proyectos de enseñanza aprendizaje hoy día existentes). En sus páginas no solo colaboraban los niños y niñas del pueblo con muchos y muy diversos temas, sino también escritores locales y los mismos maestros y maestras de ambos grupos escolares. Siguiendo el principio del internacionalismo freinetiano, las revistas se enviaban a otros colegios, a otras regiones y a otros países, e incluso a otros continentes.

García de Tejada debió de coincidir en la cárcel con un colaborador de la revista, Andrés Acebedo Carretero, funcionario municipal que solía escribir en ambas revistas infantiles, Alborada y Floreal. Colaboraba también con revistas y periódicos del pueblo, donde firmaba como “El cantaclaro”. Andrés Acebedo, miembro de Izquierda Republicana y del Comité Revolucionario o de Defensa, fue fusilado el 17 de septiembre de 1936. Durante sus últimos días anotó en los márgenes de un libreto de la obra de teatro Morena Clara, de Antonio Quintero y Pascual Guillén, a modo de diario, los sucesos de aquellos días, con una sentida despedida de su esposa e hijos. Según el testimonio de allegados, antes de ser detenido estaba ensayando esta obra para representarla en el Teatro Calderón de Montijo. Su viuda conservó durante toda su vida este libreto, que finalmente fue sepultado junto a ella. Sus familiares, cada vez que pasaban por el cementerio, dado que fue enterrado en una fosa común anónima junto a una pared, arrojaban por encima de la misma un ramo de flores.

García de Tejada supo que lo iban a matar después de haber escrito aquella carta a su mujer pidiéndole que estuviera tranquila. Al día siguiente, el 6 de septiembre, escribía su última carta desde la misma cárcel. En ella se encomendaba a Dios y le daba instrucciones a su esposa para solicitar la pensión en calidad de viuda de funcionario, indicándole dónde estaban los documentos que avalaban sus 10 años de servicio. La terminaba escribiendo:
“En fin: No puedo más. A todos los que me hayan hecho mal les perdono y a vosotros, mis seres queridos, os envío mi último abrazo. Juan José”.

Durante sus últimos días, Andrés Acebedo anotó en los márgenes de un libreto de la obra de teatro Morena Clara, a modo de diario, los sucesos de aquellos días, con una sentida despedida de su esposa e hijos. Su viuda conservó durante toda su vida este libreto, que finalmente fue sepultado junto a ella

Esa misma noche, ya 7 de septiembre, temporada de moscas y de viñas, le sacaron de la cárcel, le montaron en un camión y le llevaron en compañía de otros vecinos al cementerio, donde lo mataron. Le dejaron allí, hasta que al día siguiente le fueron a enterrar en la fosa común bajo un puñado de cal.

Todos estos asesinatos se hicieron sin ningún juicio previo. Los expedientes de depuración del magisterio de enseñanza primaria en la zona sublevada comenzaron en noviembre de 1936. El expediente de depuración del maestro Juan José García Martínez de Tejada fue resuelto con fecha de 26 de julio de 1939. En él, el Presidente de la gestora testifica que “cooperó con los elementos de izquierda desde el año 1931”, que la Guardia Civil “informa en el mismo sentido”, que el cura párroco de Montijo dice lo que ya apuntamos al inicio, que “era de ideas socialistas y contrario al movimiento salvador”. El padre de familia, elegido entre vecinos de “reputada moral”, testificó que “se destacó como enemigo del glorioso movimiento salvador de nuestra querida España”. La comisión de depuración, a la vista de los informes emitidos por las Autoridades locales de los que resultaban cargos graves contra el maestro nacional D. Juan José García Martínez de Tejada, propuso la separación definitiva del servicio, no reconociendo de este modo los derechos que su familia pudiera tener por sus años prestados como funcionario. Su único delito: ser un maestro de la República.

No se reconocieron los derechos que su familia pudiera tener por sus años prestados como funcionario. Su único delito: ser un maestro de la República

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Libreto similar donde Andrés Acebedo escribiría un diario de la represión fascista sufrida en Montijo.

Buena parte de los compañeros y compañeras de García Martínez de Tejada sufrieron las mismas consecuencias por cumplir con su deber de docentes e incorporarse a su puesto de trabajo aquel curso escolar de 1936. Jerónimo Ruiz Lara, activo participante en la elaboración de las revistas y maestro en Montijo hasta 1935, cuando cambió destino a Medellín, sería ejecutado en Alcázar de San Juan en noviembre de 1939. Los dos grupos escolares donde desarrollaron su labor, el Giner de los Ríos y el 14 de Abril, perdieron su nombre laico y adoptaron otros nombres religiosos que aún mantienen hoy día, Colegio Público Padre Manjón y Colegio Público Virgen de Barbaño. En ninguno de ellos existe referencia alguna a este grupo de maestros adelantados a su época ni a su proyecto pedagógico, reemplazados tras su asesinato o depuración por excombatientes, sacerdotes, madrinas de guerra, falangistas, delatores…, todos ellos adeptos al Glorioso Movimiento Nacional y premiados así por su labor durante la guerra.

Como se afirma en La represión franquista de los maestros freinetianos, comunicación de José María Hernández Díaz y José Luis Hernández Huerta (Universidad de Salamanca, 2009), se inició “un proceso radical de expurgación del cuerpo de funcionarios públicos. Entre estos, el docente fue prioritario, especialmente el dedicado a la primera enseñanza. Esto fue así porque las autoridades del nuevo Régimen eran conscientes de que, en buena medida, el futuro de este se decidiría en las aulas, es decir, que, una vez ganada la guerra, el nuevo orden solo se podría sostener mediante una acción continuada y metódica sobre las voluntades más jóvenes, en consonancia con los principios y valores del nacionalcatolicismo”. No iban desencaminados: aún queda bastante de ese poso.

Las autoridades del nuevo Régimen eran conscientes de que, en buena medida, el futuro de este se decidiría en las aulas, es decir, que una vez ganada la guerra, el nuevo orden solo se podría sostener mediante una acción continuada y metódica sobre las voluntades más jóvenes, en consonancia con los principios y valores del nacionalcatolicismo”

En Montijo no hay nada que recuerde institucionalmente a García Martínez de Tejada y a sus compañeros. Algunos de los “maestros” que vinieron después ejercieron la docencia sin formación ni título, a golpe de palmeta o “a hostias” bajo los retratos de José Antonio y Franco, al dictado de los principios del Movimiento y de la Santa Madre Iglesia. Hoy día algunos de estos, a quienes «no se les tenía respeto sino miedo”, tienen nombre reconocido en las calles y plazas del pueblo. Solo el Centro de Educación Infantil, de titularidad autonómica y gestión municipal, lleva el nombre de Alborada, la revista hecha por los niños y niñas del Grupo escolar 14 de Abril durante la Segunda República. En el último ejemplar que nos queda de esta revista, el niño Bartolomé García Delgado, de Grado 1º, dejó escrito, en 1934:

“Por la ventana de mi clase se ven las eras, con montones de trigo, cebada, habas, garbanzos, avena. Estos cereales los traen en carros, los extienden, las mulas los pisotean, después lo trillan y lo aventan para recoger el grano limpio.
Este año hay buena cosecha.»

Fuente: ElSaltoDiario

El día que el Madrid obrero paró en solidaridad con la Catalunya campesina

El 8 de septiembre de 1934, hace hoy 85 años, la Alianza Obrera de Madrid llamaba a la huelga general contra una concentración de los terratenientes catalanes para reclamar al Gobierno republicano la derogación de la Ley de Reforma Agraria de la Generalitat. Seis obreros madrileños perdieron la vida en las protestas en apoyo a la lucha de los campesinos catalanes.

El sábado 8 de septiembre de 1934 no fue un día normal en la capital de España. El metro no funcionó y los pocos tranvías que circularon por las calles de Madrid lo hicieron conducidos por militares y guardias de asalto, el nuevo cuerpo policial creado en 1932 por la República. Muchas fábricas, talleres y oficinas permanecieron cerrados y pocos establecimientos consiguieron abrir sus puertas al público. Los periódicos conservadores que lograron salir a la calle, como ABC y Ahora, no encontraron distribución comercial, y tuvieron que ser repartidos de forma voluntaria por jóvenes militantes de las organizaciones derechistas.

La respuesta del Gobierno de Ricardo Samper al desafío de las organizaciones obreras no se haría esperar. Por la mañana se ordenaba detenciones selectivas de los sospechosos habituales, conocidos dirigentes políticos y sindicales madrileños, así como el cierre de la Casa del Pueblo y de los locales y oficinas del PSOE, el PCE y de todos los sindicatos, incluyendo a la CNT, que ni participaba en la Alianza Obrera madrileña ni había llamado a la huelga. A lo largo del día se producirían, además, incidentes violentos con las fuerzas del orden público que acabarían con la vida de seis trabajadores, 40 heridos y 400 huelguistas detenidos.

Un Madrid revuelto

Estamos en el agitado Madrid previo a la gran huelga general revolucionaria de octubre de 1934. Una ciudad que, como ha explicado la historiadora Sandra Souto, estaba por aquel entonces lejos de ser una balsa de aceite. La conflictividad laboral y la agitación política se habían ido convirtiendo desde finales de 1933 en el paisaje familiar de una ciudad en la que la afiliación sindical y la participación política de las clases populares estaba en aumento desde la proclamación de la República.

Junto al socialismo, tradicionalmente hegemónico en el movimiento obrero de la antigua Villa y Corte, despuntaban ahora también una combativa CNT, que organizaría sindicalmente a algunos de los sectores más precarios de la fuerza de trabajo, como los trabajadores de la construcción y de la hostelería, y un PCE con una creciente audiencia entre los jóvenes y el ala izquierda del PSOE que empezaba a ser una organización a tener en cuenta.

En los ocho meses previos a la huelga general del 8 de septiembre de 1934, Sandra Souto contabiliza en Madrid 13 muertos, 31 heridos y 470 menores de 21 años detenidos a causa de peleas y enfrentamientos violentos entre jóvenes militantes de izquierdas y militantes fascistas y de derechas

La politización y radicalización de la juventud en un contexto tan propenso para ello como el de los años 30 llevaría pareja la emergencia en la capital de España de otro fenómeno urbano, muy frecuente por aquel entonces en otras muchas ciudades europeas: la violencia callejera de signo político.

En los ocho meses previos a la huelga general del 8 de septiembre de 1934, Sandra Souto contabiliza en Madrid 13 muertos, 31 heridos y 470 menores de 21 años detenidos a causa de peleas y enfrentamientos violentos entre jóvenes militantes de izquierdas y jóvenes militantes fascistas y de derechas. Un clima de violencia juvenil que llevaría incluso al Gobierno a emitir un decreto a finales del verano de 1934 para prohibir la participación política de los menores de 16 años, así como para limitar la de los menores de 23 solo a aquellos que tuvieran expreso consentimiento paterno.

La alianza de las derechas catalanas y españolas

El motivo de la huelga del 8 de septiembre sería la concentración en Madrid del Institut Agrícola de Sant Isidre. Entidad fundada en 1851, el Institut representaba los intereses de la patronal agraria y los terratenientes catalanes. La reunión de los propietarios rurales en la capital, donde serían acogidos con los brazos abiertos por parte de las derechas madrileñas, era un paso más en su ofensiva legal e institucional contra la Ley de Contratos de Cultivo, aprobada en marzo de 1934 por el Parlament de Catalunya con la significativa abstención de la Lliga Catalana. La ley, promovida por Esquerra Repúblicana de Catalunya y su socio gubernamenal en la Generalitat, la Unió Socialista de Catalunya, era el resultado de una larga pelea del pequeño campesinado catalán por lograr la plena propiedad de las tierras que históricamente habían trabajado sus familias.

Carnet de la Unió de Rabassaires

El principal sindicato agrícola catalán, la Unió de Rabassaires, presionaba al gobierno autonómico para que no cediera a las presiones de los terratenientes y sus aliados políticos, que en junio de 1934 lograrían un gran triunfo legal al conseguir la anulación de la ley autonómica por parte del Tribunal de Garantías Constitucionales. Se abría así un grave conflicto institucional entre Generalitat y República. Si ERC seguía adelante con la legislación aprobada lo haría desobedeciendo una sentencia del principal tribunal de la República y arriesgándose, por lo tanto, a que la Generaliat fuese intervenida y la autonomía catalana anulada.

Frente a las complicidades y el apoyo mutuo del bloque reaccionario catalán y español, a lo largo de 1934 también comenzaría a surgir una nueva corriente de simpatía y de solidaridad entre las izquierdas españolas y la izquierda catalanista

La cuestión agraria sería desde el 14 de abril de 1931 uno de los principales problemas a los que la República tendría que enfrentarse. Tras la victoria de las derechas en las elecciones generales de noviembre de 1933, la tímida reforma agraria iniciada durante el gobierno republicano socialista de 1931/32 entraría en vía muerta. Un bloque reaccionario formado por terratenientes, partidos conservadores, alta magistratura del Estado y periódicos monárquicos y derechistas se articularía en todo el país para bloquear el acceso del campesinado a la propiedad de la tierra.

El catalanismo de la Lliga Regionalista no sería un obstáculo insalvable para que las derechas españolistas llegasen a una alianza con este partido y con la patronal agraria catalana. Por encima de sensibilidades nacionales y visiones de España existía un enemigo común cada vez más numeroso, mejor organizado y, por lo tanto, más peligroso: el movimiento campesino. La reforma agraria debía detenerse en todo el territorio nacional. Catalunya no podía ser una excepción en una España en la que los intereses de los latifundistas volvían a marcar muy estrechamente los límites de la política gubernamental para el campo.

De la Alianza Obrera a la huelga general política

Frente a las complicidades y el apoyo mutuo del bloque reaccionario catalán y español, a lo largo de 1934 también comenzaría a surgir una nueva corriente de simpatía y de solidaridad entre las izquierdas españolas y la izquierda catalanista. Las relaciones entre el PSOE y ERC nunca habían sido fáciles pero, tras la victoria electoral de las derechas, buena parte de la opinión pública progresista comenzaría a empatizar con la Generalitat y el president Lluis Companys en su enfrentamiento con el Gobierno central.

Las izquierdas madrileñas entendían que los políticos catalanes tenían derecho a defender y hacer respetar el estatuto de autonomía catalán, sobre todo si este amparaba una legislación progresista y beneficiosa para los trabajadores del campo, y empezaban a sentir la Generalitat como el último baluarte institucional de una República del 14 de abril amenazada por monárquicos, fascistas y reaccionarios.

El viernes 7 de septiembre, en vísperas de la concentración de los terratenientes catalanes en la capital de España, El Socialista, periódico del PSOE, atacaba al Gobierno de la República por “herir a la región catalana y a su poder ejecutivo”, amparando “la rebeldía de una casta que viene a Madrid a despotricar contra la Ley de Cultivos, a enjuiciar a los hombres de la Generalidad, a insultar a los catalanes autonomistas y a agredir la palabra del Parlamento de Cataluña”.

Para las organizaciones comunistas la huelga tenía otro elemento añadido que no podía pasar desapercibido: el reforzamiento de la solidaridad entre la clase trabajabadora catalana y madrileña

El portavoz socialista criticaba que mientras las autoridades ponían cada vez más trabas y problemas a la actividad pública de los partidos obreros, el mismo Ministerio de la Gobernación, encargado de velar por el orden público en la capital, autorizaba un “acto de esencia antiautonomista y antirrepublicana” como el organizado por los agrarios catalanes, y concluía: “Libertad absoluta para las derechas, libertad condicionada y restringida para las izquierdas”.

El telón de fondo de estos acontecimientos era el auge en toda Europa de los movimientos fascistas y reaccionarios, y la creciente preocupación de las izquierdas españolas porque, una vez en el poder, las derechas pudieran destruir la República democrática y aplastar al movimiento obrero. El Partido Radical, pese a sus orígenes republicanos y progresistas, estaba cada vez más escorado hacia la derecha, y su gobierno estaba sostenido por la mucho más beligerante Confederación Española de Derechas Autónomas, en la que la fascinación por los modelos autoritarios europeos era creciente.

La ofensiva de las derechas contra la legislación social del bienio progresista, el crecimiento del desempleo como efecto de la crisis económica del 29, así como el enrarecimiento del clima político internacional, contribuirían también a una radicalización de las izquierdas. Buena parte de los socialistas, frustrados por su experiencia gubernamental con los republicanos, comenzaban a flirtear con consignas revolucionarias muy ajenas a la tradición reformista del partido, y a buscar acuerdos con la CNT y el PCE, e incluso con otras corrientes más minoritarias del movimiento obrero como los trotskistas, los seguidores de Joaquín Maurín y los anarcosindicalistas escindidos de la CNT.

Esta voluntad de acuerdo llevaría a la formación en marzo de 1934 de la Alianza Obrera de Madrid, inspirada en la Alianza Obrera de Catalunya, promovida por Maurín y los comunistas disidentes del Bloc Obrer i Camperol. La otrora pactista y moderadora UGT, que siempre había defendido un uso muy moderado de la huelga general, en comparación con la propensión de los anarquistas a declararla, secundaría en abril de 1934 un paro general en Madrid contra la concentración de las Juventudes de Acción Popular en El Escorial y, ya abiertamente el 8 de septiembre de 1934, “veinticuatro horas de huelga contra la concentración agrario-fascista”.

Casi paralelamente, en Asturies, los socialistas y su sindicato, junto al resto del poderoso movimiento obrero asturiano, también llamaban a una huelga general política en la región para protestar por la autorización gubernamental de una concentración de las Juventudes de Acción Popular en el santuario de Covadonga.

Antifascismo y cuestión nacional

El Socialista, eufórico por el seguimiento de la huelga en la capital, condenaba el 9 de septiembre en su portada el fallecimiento de los obreros muertos por la represión, pero sobre todo celebraba lo que calificaba como “otra jornada triunfal del proletariado madrileño”. Para las organizaciones comunistas, más atentas que el PSOE a la cuestión de la plurinacionalidad, la huelga tenía otro elemento añadido que no podía pasar desapercibido: el reforzamiento de la solidaridad entre la clase trabajadora catalana y madrileña, en un momento en el que las derechas catalanistas y españolistas también estaban cooperando activamente. El dirigente del PCE Vicente Uribe destacaría que la movilización contra “los fascistas de San Isidro” marcaba el camino “hacia la liberación nacional y social del pueblo catalán en alianza fraternal con los trabajadores españoles y pueblos oprimidos por el imperialismo”.Para Joaquín Maurín, dirigente del Bloc Obrer i Camperol, la huelga madrileña era la muestra palpable de la creciente simpatía que las reivindicaciones nacionales catalanas despertaban entre los trabajadores españoles. En junio de 1934, Maurín ya había escrito desde Barcelona, en las páginas de La Batalla, el periódico del BOC, que “el proletariado de España sigue con profunda emoción el curso de los acontecimientos que tienen lugar aquí. Nunca como en estos momentos había habido tantos catalanes fuera de Catalunya”.

El telón de fondo era el auge de los movimientos fascistas y reaccionarios y la creciente preocupación de las izquierdas españolas porque, una vez en el poder, las derechas pudieran destruir la República y aplastar al movimiento obrero

Por ello, según Maurín, el movimiento obrero y campesino catalán tenía que evitar el aislacionismo y rehuir una cierta lectura nacionalista y separatista del conflicto abierto en torno a la reforma agraria catalana, que enfrentaba a Catalunya y España como si fueran bloques homogéneos, sin divisiones de clase. Por el contrario, Maurín denunciaba que los principales enemigos de la Ley de Contratos de Cultivo, “se hallan aquí, en nuestro propio suelo (…) son la Lliga, el Instituto de San Isidro, los propietarios de la tierra, los elementos retrógrados”. Los revolucionarios catalanes debían buscar aliados en el conjunto de la clase trabajadora española contra el enemigo común: la oligarquía. 

La cuestión nacional comenzaba a introducirse en el nuevo discurso antifascista de las izquierdas españolas a partir de un razonamiento muy sencillo y muy eficaz. Si los enemigos del movimiento obrero lo eran también de las libertades autonómicas de Catalunya y del País Vasco, entonces el movimiento obrero debía convertirse en defensor del derecho de estos territorios a su autogobierno, así como buscar alianzas con los nacionalistas catalanes y vascos. Faltaba poco menos de un mes para la huelga general revolucionaria de octubre de 1934, huelga en la que las reivindicaciones obreras, nacionales y antifascistas volverían a confluir.