El diario estadounidense repasa cómo se permitió al rey Juan Carlos I convertirse en cabildero de las dictaduras árabes y ocultar su fortuna durante décadas.
El prestigioso diario The New York Times ha publicado un artículo cuyo título no deja lugar a la duda: «La doble vida inmoral del ex rey de España«. Un titular llamativo que, sin embargo, parece no haber llamado la atención de la prensa española, ya que ningún gran medio se ha hecho eco de tamaña ofensa a la Casa Real.
El periodista David Jiménez es quien se hace cargo del escrito, describiendo, entre otras muchas polémicas, como cuando era redactor de El Mundo le hicieron un encargo llamativo: «Uno de mis primeros encargos como periodista, en 1996, fue entrevistar a una presunta amante del rey de España». «Mis editores de El Mundo me pidieron que investigara si Bárbara Rey, que exigía dinero del estado a cambio de mantener en secreto su relación con el rey casado», señala el periodista.
«Al final, no obtuve la entrevista. Bajo presión, la Sra. Rey decidió permanecer en silencio. Por lo tanto, las dos grandes debilidades de nuestro rey, la mujer y el dinero, siguieron siendo el secreto peor guardado del país durante otras dos décadas», afirma Jiménez.
Repasa el periodista lo que define como la «cultura de la lealtad anticuada» para destacar la opacidad y la protección otorgada al monarca, y cómo este la usó para llenarse los bolsillos: «Su inmunidad judicial, diseñada para dar estabilidad a la institución de la corona, se utilizó para amasar una fortuna principalmente a través de millones de dólares en presuntos sobornos de dictadores árabes».
Riqueza bajo el amparo de la Justicia
«Adquirió tal riqueza que en 2012, en plena Gran Recesión que dejó en paro al 25 por ciento de los españoles , transfirió 65 millones de euros a su amante Corinna Larsen, una empresaria alemana», destaca el redactor. «Un intento de ocultar tratos ilícitos y grandes sumas de dinero, es solo la punta del iceberg de un escándalo que ha obligado a monarca al exilio», confirma.
Asimismo, Jiménez se hace eco del dinero recibido por Juan Carlos I desde tierras lejanas: «100 millones de euros de Arabia Saudí en 2008». «La recompensa real bajo sospecha, acumulada durante décadas, incluye coches Ferrari, un yate, viajes de lujo, terrenos en Marruecos y un piso en Londres valorado en más de 62 millones de euros, obsequio del sultán de Omán», detalla el periodista. «Sería ingenuo pensar que tal generosidad no tiene un precio», apuntilla.
«En 1995, un conocido empresario, Javier de la Rosa, le dijo al entonces director ejecutivo de El Mundo, Pedro J. Ramírez, que Kuwait pagó 100 millones de dólares como recompensa por persuadir al gobierno español de unirse a la coalición contra Saddam Hussein durante la primera guerra del golfo», detalla también.
España y la defensa de las dictaduras árabes
Gracias a la monarquía, España ha sido durante décadas uno de los principales defensores de las dictaduras árabes: «En noviembre de 2018, en medio de la indignación por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, Arabia Saudita mostró que el príncipe Mohammed bin Salman, a quien algunos acusaron de ordenar el asesinato, todavía tenía amigos: una fotografía de un saludo amistoso entre Juan Carlos I y el príncipe heredero. apareció en los medios de comunicación saudíes», señala el periodista.
Relata Jiménez que Bahréin también acogía con las manos abiertas al monarca, señalando que la represión de los manifestantes que pedían democracia no impedía estas cordiales relaciones, que llenaban las cuentas bancarias del emérito. «Uno de los administradores patrimoniales de Juan Carlos dijo a la oficina del fiscal general suizo que el ex rey regresó de un viaje a Manama, la capital de Bahréin, con un maletín que contenía casi $ 1,9 millones«.
El papel de la monarquía en democracia
El prestigioso diario remata el texto señalando cuál es el papel de las monarquías en las democracias modernas, tachándolas de «reliquias del pasado cuyo papel se ha reducido a tareas de representación diplomática, simbolismo patriótico y, seamos sinceros, entretenimiento para las masas».
«La vida disoluta de los propios monarcas (y sus familias) ha sido tradicionalmente aceptada, dentro de ciertos límites. Pero cuando los escándalos involucran una red de abuso infantil, como la recientemente revelada conexión del príncipe Andrés de Inglaterra con Jeffrey Epstein, o sospechas de corrupción, como ocurrió con Juan Carlos I, ese pacto tácito se rompe y la pregunta resurge: ¿Necesitamos la monarquía?», sentencia David Jiménez.
Fuente: Spanish Revolution