- Fusiladas por vender prensa roja, por organizar la retaguardia, por reivindicar sus derechos, o represaliadas por el hecho de no responder al canon establecido, el franquismo castigó especialmente a las mujeres cordobesas desde 1936
- La investigadora Carmen Jiménez Aguilera ha detallado en un estudio de cuatro años cómo fue la represión femenina en la provincia
Los perdedores de la Guerra Civil, aquellos que combatieron en el bando republicano, que se significaron políticamente durante los años anteriores o que simplemente no eran afectos al nuevo régimen, sufrieron una terrible represión física, moral y económica que está ampliamente documentada. La mayor parte de la historiografía ha centrado su trabajo en sus protagonistas, en su inmensa mayoría hombres. Pero la represión aplicó un castigo especial a las mujeres, que condicionaban una doble discriminación: «rojas» y mujeres. La historia no les ha prestado tanta atención como a los hombres. De hecho, su represión no está tan documentada. Muchas ni siquiera pasaron por consejo de guerra y otras eran abusadas o violadas, delitos que no dejaban huella penal y en la mayoría de las ocasiones ni siquiera un testimonio oral.
Una historiadora cordobesa, Carmen Jiménez Aguilera, ha documentado ampliamente cómo fue la represión hacia estas «malas mujeres» en la provincia de Córdoba, donde ha logrado identificar al menos 800 casos, pero reconoce que son «muchos más» por la falta de huella documental. Aguilera comenzó a investigar la represión económica con una beca en el departamento del profesor Antonio Barragán, en la Universidad de Córdoba. «Ahí empecé ahí a acercarme a las mujeres», explica. «Pero esto es un atisbo. Es ingente», detalla.
«Las mujeres como objeto de estudio en la represión no se había tratado nunca», solo «de forma anecdótica, alguna mujer dirigente, la excepción», relata, al tiempo que concreta que «la represión femenina es igual que la de los hombres» pero con algunas diferencias: «se juzga a mujeres en Consejos de Guerra que ni siquiera han cogido un arma, anteponiendo la jurisdicción militar por encima de la civil».
«Es una cantidad enorme de mujeres represaliadas», ha llegado a documentar Carmen Jiménez Aguilera, que cifra al menos en 800 de la capital y de la provincia. «Desde que se crea el Consejo de Guerra permanente de Córdoba en marzo de 1937 se juzga a hombres pero también a mujeres», detalla. Algunas han sido destacadas militantes de la izquierda o del feminismo. Otras simplemente rompían con los esquemas de lo que para los golpistas deberían ser una buena mujer. Y otras eran familiares de republicanos, habían actuado con humanidad o simplemente prestaban ayuda a la guerrilla o a los defensores de la República.
«Se emplea sobre ellas una violencia igual en lo esencial a la de los hombres, pero distinta en su aplicación y su fin. Las técnicas propias de la represión femenina, de la violencia de género, se harán patente durante estos años del franquismo, ya sea a través del escarnio público (aceite de ricino y posterior paseo por el pueblo), o con toda una retahíla de delitos tipificados como propiamente femeninos por el nuevo Estado», detalla Carmen Aguilera en su estudio, titulado Las pasionarias de Córdoba. Mujer y represión 1936-1945.
La «represión física» en Córdoba capital comienza prácticamente el 18 de julio de 1936. Jiménez Aguilera ha documentado la cantidad de mujeres fusiladas y enterradas en las fosas comunes de los dos cementerios de la ciudad, la Salud y San Rafael. «Se ha hablado de la eliminación de las mujeres y el fusilamiento por su relación con familiares, pero hay otras a las que se las coge por ser ellas mismas», explica. De hecho, ha documentado el testimonio de la nieta de una mujer enterrada en la Salud. «A su abuela la cogieron por vender prensa comunista. Las cogen por lo que ellas mismas representan», explica.
La provincia de Córdoba estuvo partida por la mitad durante la Guerra Civil. Especialmente el norte se mantuvo dentro de la legalidad republicana. La capital, al principio, y muchos pueblos del sur fueron cayendo uno tras otro durante los primeros meses de la guerra. Eso hace que la represión sea distinta. Durante el conocido como «verano caliente», se fusila de una manera sistemática a todas las personas no afines al nuevo régimen. Carmen Jiménez detalla que a partir de 1939, cuando cae el norte de Córdoba, las mujeres son represaliadas a través de consejos de guerra.
El origen está en muchas ocasiones en cómo la mujer, durante los años previos a la guerra pero especialmente durante la II República, empieza a ser un objeto activo de la vida pública y la política. En 1934 se aprueba el voto femenino. Aunque antes ya había muchas mujeres movilizadas políticamente y que luchaban por sus derechos, es a partir de 1934 cuando incluso la prensa comienza a dirigirse a ellas. «Es el germen, ese año, del grupo de Mujeres Antifascistas», explica.
De hecho, «en Córdoba tenemos a la primera concejala, Antonia Fernández Serván, del Frente Popular. Formó gobierno con el alcalde socialista Manuel Sánchez Badajoz. Fue comunista», explica Jiménez, quién ha rescatado su historia, absolutamente olvidada en el Ayuntamiento de Córdoba. En su toma de posesión, el propio Sánchez Badajoz «cambia el discurso y comienza diciendo mujeres cordobesas. La mujer ya había entrado de lleno en la política».
Este grupo de Mujeres Antifascistas va a tener participación muy importante en la Guerra Civil. «Se consolidan como una de las principales asociaciones en el norte de Córdoba. Organizan la retaguardia. Refugiados que llegan a miles a la zona norte de Córdoba. Son ellas las que organizan con el Socorro Rojo», explica Jiménez. Antonia Fernández no llegó a ser represaliada. Logró huir de Córdoba con su marido, el también concejal Aurelio Serván. Y no volvieron.
La primera concejala en el Ayuntamiento de Córdoba
Otra mujer muy politizada es Encarnación Juárez Ortiz, que se fue a la zona de Jaén. «Luchó durante toda la guerra. Fue detenida, pasó por Consejo de Guerra, le echaron 20 años y una vez que salió de la cárcel» volvió a militar en la clandestinidad en el PCE. Pero al final del franquismo volvió a ser detenida al caer en una redada. Eso demuestra cómo la represión a las mujeres también se alargó hasta prácticamente el final del franquismo.
El trabajo de estas mujeres en el norte de Córdoba es clave, algo que Jiménez ha estudiado con Manuel Vacas Dueñas en Mujer y represión en el norte de Córdoba. «También hubo mujeres milicianas en el norte de Córdoba. La prensa se hace eco y vemos muchas fotos de mujeres en el frente de Córdoba. En los consejos de guerra se les acusa de ser milicianas. Se le acusa de haber hecho guardias con los presos de derechas. De haberlos insultado, un delito típicamente femenino» como lo consideraba el franquismo, explica la investigadora de la Universidad de Córdoba.
Durante el «verano caliente» se documenta el fusilamiento de unas 300 mujeres. Pero Jiménez cree que son muchas más «de las que no se tiene registro». Hay algunas que aparecen en los cementerios simplemente con su mote. El bando de guerra se aplica por igual en muchos municipios de la provincia que van cayendo en manos de los golpistas. «La orden es exterminar todo abismo de oposición», relata.
Estas mujeres «no entraban en los cánones de los golpistas». Eran «malas mujeres». Muchas ejercían como comadronas. De hecho, hay un grupo importante de parteras a las que se liquida. También muchas profesoras, esa impresionante labor pedagógica que intentó la II República para alfabetizar a la población. En una aldea de Belmez por ejemplo se represalia a una profesora que había llegado de Burgos, a la que despojan de su profesión, que no puede volver a ejercer. «No perdieron la vida pero la separaron de su carrera de Magisterio».
«La represión no solo se quedó en la eliminación física», explica la investigadora. «El estigma de la mujer roja que era lo peor de lo peor en el pueblo», por ejemplo. A muchas se las rapa, se les da aceite de ricino y se les pasea por las calles para que se hagan sus necesidades encima, como la imagen que recientemente publicó el investigador Arcángel Bedmar de mujeres en Montilla. A otras se les separaba de sus hijos.
Las «mujeres rojas»
Las «mujeres rojas» de los pueblos «sufrieron doblemente, atendían a la familia y al marido preso. Esa represión no es cuantificable. ¿Cuántas mujeres de presos, o hijas de presos hubo? ¿O la violencia sexual? Las mujeres se avergonzaban de contarlo», explica.
«O el testimonio de una mujer de Villanueva de Córdoba, esposa del guerrillero el Perica. La cogieron presa y se la llevaron al cuartelillo. Estaba embarazada y le pegaron una paliza, la torturaron, se la llevan de madrugada al cementerio y simulan que la fusilan», relata.
Aunque pasó el verano caliente, los fusilamientos a mujeres llegan incluso al final de la guerra. Es el caso de Pozoblanco, un 23 de marzo de 1939. «Resiste hasta el final una mujer que antes de fusilarla es paseada» rapada y con aceite de ricino. «Su padre vendía prensa roja. Era un quiosquero». Ese era su delito.
También hay muchas reprimidas por dar apoyo a los maquis. «Es el caso de la partida de Los Juubiles», una famosa partida de Montoro, Bujalance y Adamuz. A las mujeres que los apoyan también las condenan e incluso reciben su apodo, «Las Jubilas».
«Pero la mujer entró en política para quedarse», concluye Carmen Jiménez. A pesar de la terrible represión sufrida, muchas de las que sobrevivieron se volvieron a organizar, incluso en la clandestinidad. Y poco a poco fueron recuperando derechos.
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