La noticia de los detalles de su fusilamiento fue publicada en el ‘Diario de Cádiz’ para dar escarmiento público sobre la resistencia que aquella mujer, Milagros Rendón Martell, había librado en el Gobierno Civil. Hoy Cádiz le ha puesto una calle y ha realizado una serie de rutas en honor a su memoria.
Milagros Rendón Martell fue detenida la mañana del 19 de julio de 1936 en el interior del Gobierno civil cuando en Cádiz capital se desataba una batalla campal por mantener la legalidad de la Segunda República. Milagros era taquimecanógrafa y tenía solo 29 años de edad. En la noche del 18 de julio, cuando las tropas de regulares entraron a la ciudad y los golpistas intentaban tomar el mando, participaría en la resistencia al golpe. Es curioso, pero fue la única mujer que estuvo encerrada en el Gobierno Civil, junto a un centenar de militantes y población civil.
A pesar del intento de tregua ante las tropas fascistas, Milagros es encarcelada y ajusticiada. Ya en el mes de julio le abren diligencias para instruir sumario, pero termina siendo asesinada por aplicación del bando de guerra. Los golpistas no esperaron a dictar sentencia. La mataron para sembrar el pánico y dar ejemplo de cómo las mujeres no tenían que ser libres ni luchar en ninguna batalla.
Publicaron, a pesar de que no era habitual la noticia del fusilamiento en el diario de la ciudad. Hoy Cádiz le rinde homenaje. El ayuntamiento de José María González Kichi le ha puesto una calle cerca de la relojería de su padre, Francisco Rendón donde la familia vivió toda su vida a pesar de los duros golpes. Además, han realizado un conjunto de rutas de memoria donde se honra su figura y resistencia en aquel histórico 18 de julio.
El historiador gaditano José Luis Gutiérrez es profundo conocedor de la historia de Milagros y de la conocida familia Rendón en Cádiz. «El padre, Francisco Rendón, su hija Milagros y el cuñado acabaron asesinados poco tiempo después del golpe de estado», aclara a Público. Su hermana María Luisa también es detenida y pasa un largo periplo carcelario, al igual que el marido de Milagros, Pepe Rubio, que tuvo que cuidar del bebé de ambos, una niña, Natividad Rubio Rendón, que falleció siendo muy joven.
La tragedia de una familia marcada por el día del golpe, los Rendón
En el foso de los muros de Puerta de Tierra, a la entrada de la ciudad, la familia Rendón, muy conocida por ser relojeros y plateros en Cádiz capital, habían encontrado la peor de las tragedias. Francisco Rendón fue el primero de la familia en ser asesinado por los golpistas como destacado dirigente comunista y tras participar en la resistencia del 18 de julio, como su hija Milagros.
Empezaba una política de exterminio y venganza contra cualquier vecino de la ciudad que hubiera mostrado resistencia al golpe. Y es que Cádiz sería tomada durante el 20 de julio de 1936. Y la mayoría de los resistentes asesinados sin piedad.
El investigador Santiago Moreno Tello cuenta del patriarca Rendón como fue detenido allí mismo, en la sede del ayuntamiento y «trasladado a la cárcel provincial, conocida como Cárcel Real. Lo fusilarían a principios de agosto».
Milagros estuvo en aquel mismo momento en un edificio muy cercano, la actual Diputación que en aquellos días era la sede del Gobierno Civil. Sería fusilada a finales de agosto. Su otra hija María Luisa que vivía en El Puerto Santa María, sería detenida el 25 de julio. «Se libraría del fusilamiento pero durante años rodó por las cárceles del país. A su vez, su marido, médico y diputado por el Partido Comunista, Daniel Ortega, también sería fusilado en Cádiz en 1941», destaca Moreno Tello. La familia Rendón siguió viviendo en Cádiz, cerca de aquella antigua relojería y cerca de su domicilio saqueado y ninguneado por los militares a la entrada de la ciudad en aquellos días.
«¡Viva mi viejo! ¡Muera el fascismo asesino!»
Milagros Rendón entraría en la misma cárcel que su padre durante la mañana del 19 de julio. Y cuenta este episodio de saqueo a su hermana María Luisa en una carta fechada del día 27. «Queridísima hermana Ya te supongo enterada de nuestra detención, del saqueo, por moros el primero y fascistas el siguiente, de la platería de nuestro pobre viejito, que es un valiente de marca mayor». La joven Milagros recuerda en aquellos momentos de dureza la heroica acción de su padre que nunca pudo ya ver en los muros de la prisión. «Con decirte que cuando llegó aquí, a la cárcel, se llenó la boca de agua con un botijo que hay abajo y se la echó en la cara al teniente ¡Viva mi viejo! ¡Muera el fascismo asesino!»
Cádiz, según contaba Milagros en aquella carta requisada por los golpistas e incluida como prueba de acusación, «era una ruina, al estilo de Asturias, casas en ruina, saqueos, robo, encarcelamientos en masa… » y añadía, «los relojes de papá los vendían los moros a tres pesetas y yo los veo desde estas ventanas con los anillos del pobre viejo».
La cárcel real estaba llena de chinches y piojos. Unas durísimas condiciones de vida insoportables para la bebé de Milagros. La hija mayor de los Rendón también cuenta, como su marido y su hija pasan muchos días por delante de las ventanas de la cárcel para que pueda verla. «Mi niña y Pepe están viviendo en casa de Felisa. No dejan ni un día de venir y me pasan por la acera de enfrente a mi pobre hijita, a la cual no me permiten ver…»
Nunca imaginó que su destino iba a acabar así pero al menos creyó que aquella carta llegaría a su hermana para conocer la situación. No tuvo esa suerte, ya que María Luisa estaba encarcelada desde el día 25 en el Puerto de Santa María. Y Milagros mandaría la carta al domicilio familiar dos días más tarde.
«Mujer sí, pero fea y con gafas»
Las acusaciones a la figura de Milagros Rendón fueron de una dureza sobrecogedora. «Los testimonios presenciales, de guardias de asalto y agentes de investigación y vigilancia, fueron apuntaladas con las de los máximos jefes policiales que estuvieron en el Gobierno Civil», aclara el historiador Gutiérrez, para crear un retrato perfecto de una mujer que merecía ser fusilada para escarmiento público.
En aquel sumario abierto era preciso difuminar sus límites y deshonrar su figura. «Una sociedad tan machista como la española de aquellos años necesitaba para su aceptación que le endulzaran el asesinato que se iba a cometer». Declararían «mujer sí, pero fea. Pero ante todo un peligro que anteponía a su condición femenina». En la acusación la describen como su sujeto peligroso y se componía con el retrato de alguien que merecía sufrir el castigo que iba a recibir.
Tres veces fue interrogada y en las tres negaría la incriminación. «Su suerte había quedado escrita desde que a comienzos de agosto de 1936 llegó a la ciudad un nuevo gobernador civil, Eduardo Valera Valverde, con órdenes severísimas». En aquellos interrogatorios Milagros contaría que, enterada de que su padre se había ido al Gobierno Civil ante los rumores de golpe de estado, se dirigió a él en compañía de otros jóvenes, aunque no lo encontró. «Su papel no fue secundario sino que se trataba de una mujer que estuvo activa en la resistencia, aunque ella no lo quiso reconocer por miedo a las consecuencias de aquella justicia que estaba llena de terror», aclara José Luis Gutiérrez a Público.
El guardia de asalto Manuel Rodríguez Martín-Bejarano fue quien proporcionó el testimonio más acusatorio contra Milagros, de la que no sabía ni el nombre, pero que conocía que era «hija del comunista Rendón, delgada, fea y con gafas» que apareció por la planta baja del Gobierno Civil, empuñando una pistola y un puñal.
La carta de Milagros escrita en papel y con el logo de unos viejos almacenes cercanos a su casa proseguía y contaba con detalle la hazaña del 18 de julio, sin saber que aquella declaración le costaría su vida. «Luisita estuvimos resistiendo hasta las ocho de la mañana del domingo 19 de julio en medio de las ametralladoras. De un fuego de fusilerías y pistolas y se pusieron detrás los soldados aguantándonos. Creía que nos iban a fusilar y pensé en mi viejo, mi niña y Pepe que los dejaba solos».
La joven Rendón fue asesinada de forma ejemplar y pública junto a otros tres vecinos. «En las páginas de Diario de Cádiz, en su edición de tarde del 31 de agosto, pudieron incluir una nota que informaba de que esa tarde, sobre las 18.00 horas, habían sido pasados por las armas, en el segundo foso de los glacis de la Puerta de Tierra, Manuel Morales Domínguez, comandante retirado de Infantería, José de Barrasa Muñoz de Bustillo, capitán de complemento del Cuerpo Jurídico Militar, Manuel Cotorruelo Delgado, oficial de Telégrafos, y Milagros Rendón». Los tres primeros confesaron y comulgaron. Milagros se negó. En aquella noticia se relata con detalle que murieron cogidos de la mano. «Que Dios los haya acogido en su seno», terminaba lacónicamente la nota. «La negativa de Milagros a recibir los auxilios espirituales católicos debió rechinar mucho a los golpistas». Al día siguiente otra nota informaba de que, antes de morir, «confesó y besó un crucifijo». Los militares demostraban así como los resistentes acababan pidiendo cierta clemencia antes de su asesinato.
En la extensa carta a María Luisa Rendón, Milagros da ánimos a su familia sin saber que nunca más los iba a volver a ver. A pesar de todo su carta está llena de esperanzas. «Luisa, guardaos vosotros mucho y si vieras algo venir iros enfrente, lo de más valor quítalo de tu casa (…) Escríbeme Luisilla, papaíto está bien en lo que cabe, lo tenemos vivo y eso es lo único para nosotras, lo demás, ya se buscará, somos jóvenes». La joven Rendón fue enterrada en un nicho, tal y como destaca el libro del cementerio y posteriormente enterrada por su familia fuera de aquel lugar. «Siempre fue una familia valiente que en medio de aquellos días de miedo logró rescatar el cuerpo de Milagros para enterrarlo en una sepultura lejos de los golpistas», concluye Gutiérrez.