«Amenazas de fuego / con un cristo matón / Poesía en la sangre / Águilas de latón / Un sonajero nuevo / en un pozo sin fin / Catalina le guarda a Martín», canta Joaquín Carbonell en «El Sonajero de Martín«, una canción que estrenará este sábado en Palencia en el acto en el que la ARMH (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica) de esa ciudad castellana entregará a la familia los restos de Catalina Muñoz, cuya detención y posterior fusilamiento, en una más de las muertes gratuitas de la guerra civil, dejó sin madre a sus cuatro hijos y sin sonajero al menor de ellos, Martín de la Torre, de nueve meses cuando los sublevados lo arrancaron de sus brazos para llevársela en agosto de 1936.

Martín, de 83 años, recibirá este sábado el sonajero que la guerra le arrebató cuando era un bebé acompañado por su hermana Lucía, diez años mayor que él y que tenía once cuando se llevaron a su madre. Antes habían comenzado a perder a su padre, Tomás de la Torre, con el que recuperarían el contacto años después de la guerra.

A Tomás, de Cevico de la Torre, un pueblo del Cerrato de menos de medio millar de vecinos y situado a 10 kilómetros de Venta de Baños, la sublevación franquista le cogió en la cárcel de Gijón, a la que había llegado tras pasar en los cuatro meses anteriores por las de Palencia, Burgos y Santoña. Cumplía una condena de 17 años por la muerte a cuchilladas de un falangista en una reyerta con sindicalistas que se había desatado en mayo de ese año en el pueblo.

Gijón era zona leal al Gobierno al comienzo de la guerra, por lo que Tomás nunca fue entregado a los facciosos, que, en represalia, optaron por acabar con Catalina en un episodio de pena de muerte consortelos crímenes «por sustitución» que el historiador Antonio Peiró ha documentado en su libro «Eva en los infiernos«.

El sonajero de Martín, junto a la mano izquierda de los restos de su madre, Catalina, en la fosa común del antiguo cementerio de Palencia.

«La fusilaron para vengarse de su marido»

«A Catalina la fusilaron por venganza de su marido», explica José Luis Posadas, presidente de la ARMH de Palencia, que reclama el acceso a los archivos de la Guardia Civil y el ejército para «saber qué pasó ahí. Sabemos que su historia está escrita, que se puede documentar, porque en aquel tiempo nadie dejaba entrar o salir a nadie de un edificio oficial sin registrarlo».

«Nunca sabremos qué hubiera pasado si Tomás hubiera estado preso en zona sublevada», señala Posadas. Sí se conoce que Catalina fue condenada a muerte en un consejo de Guerra bajo cargos como haber asistido a manifestaciones y haber gritado vivas a Rusia y mueras a la Guardia Civil. «La detuvieron el 24 de agosto y la fusilaron el 22 de septiembre. Fue todo muy rápido», explica Posadas. Tenía 37 años.

Tras matarla, su cadáver fue arrojado a una fosa del antiguo cementerio de Palencia, sobre el que años más tarde el ayuntamiento levantaría el parque infantil de La Carcavilla. Alguien había decidido que los niños debían columpiarse sobre los cadáveres de varios cientos de republicanos represaliados.